La aprobación unánime de la reforma a la ley
de pensiones se ha festejado con toda pompa.
Sin embargo, a la vez, todas la partes han
aceptado que lo que se ha aprobado no es lo mejor o sea, debe entenderse que para
la mayoría de salvadoreños… los cuales, por razones obvias, no pueden opinar.
Lograda la reforma, el nivel de prestigio financiero
de nuestro país subió de inmediato y las felicitaciones entre todos los líderes
de los distintos sectores no cesaron por muchos días. Inclusive, al presidente de la República no le quedó de otra
que unirse a la celebración y aparecer, en cadena nacional, felicitando a todos
los partidos políticos, incluyendo al suyo; aunque sabiendo que eso no era lo
que el FMLN quería.
Indudablemente que el acuerdo logrado es un
paso adelante y debe celebrarse, no tanto solo por la reforma en sí, que es
algo sumamente importante, sino por la aprobación unánime de todos los partidos.
No obstante, la euforia hace recordar la
inauguración del Bulevar Monseñor Romero, cuando el entonces presidente de la
República, en un intento de hacer parecer aquello como un logro extraordinario,
lo recorrió en un sendo desfile, manejando un pomposo automóvil antiguo y después
de haber pronunciado de forma triunfal aquella frase, ahora célebre, de: “Les
guste o no les guste”. Años
después, todos hemos realizado, por el congestionamiento de tráfico que se
sufre a diario, que si en aquel entonces no se hubiera construido ese bulevar,
la ciudad sería un completo caos; más de lo que es.
Lo mismo se continua haciendo con cada
computadora que se regala a un inocente niño o cada obra de infraestructura
finalizada, aunque el gobierno sabe que no tiene dinero para pagar a tiempo a los
distribuidores de energía, a los proveedores de zapatos y hasta hace pocos días,
las pensiones.
A este respecto, el evangelio del domingo
pasado nos presenta una parábola que presenta dos hijos. Uno que le contesta al padre que sí va
a ir a trabajar a la viña, pero no va y otro que le contesta que no quiere ir,
pero al final se arrepiente y va.
Al igual que el primer hijo, la actitud del
FMLN en promover la viña del entendimiento y la democracia ya se conoce. Ha dicho que sí quiere, pero no lo hace. A la vez y sin pretender quitarle
méritos al acuerdo logrado, la realidad es que la reforma a la ley de pensiones
no llegó hasta que GANA, PCN y PDC se comportaron como el segundo hijo y
arrepintiéndose de no haberle cumplido al “padre” o sea al pueblo salvadoreño;
lograron ponerse de acuerdo con ARENA, para presentar un proyecto que el FMLN
no pudiera rechazar; sobretodo, porque ya no tenía aliados con quienes seguir
pretendiendo su propia reforma.
La actitud de todos los sectores y partidos
políticos debe celebrarse. Sin su
ayuda, la reforma no se habría podido lograr. Sin embargo, se debe estar claro que lo que se ha realizado
no es nada más que: “lo que había que hacer”; pues al igual que el segundo hijo
de la parábola, lo que se ha hecho es solo cumplir con la voluntad del “padre”;
en este caso, el pueblo salvadoreño.