Mientras se celebran los Acuerdos de Paz y se habla de implementar
nuevos acuerdos, los precios internacionales del café han bajado, en los
últimos cinco años, de $234 a $140 por quintal.
La roya, que es una plaga que deteriora la planta
de café, bajando su producción y que es algo que no se puede combatir
individualmente por más recursos que se tengan, pues es sumamente contagiosa y
viaja por el aire; ha afectado ya el 100% de los cafetales. Además, en una medida de justicia para
los empleados, pero no para los empleadores, el gobierno decretó recientemente
un aumento al salario mínimo, en un equivalente a 60% de lo que ganaban
anteriormente.
Como consecuencia, actualmente, más del 70% de las
fincas de café se encuentran amenazadas y lo que es peor, endeudadas con el
sistema financiero, de forma que es muy difícil que puedan cancelar sus obligaciones
de préstamos para este año; lo cual significa que gran cantidad ya no van seguir
generando empleo a finales del año, época en que la mayoría de los trabajadores
ganan una importante cantidad de su sustento anual.
Como consecuencia de lo anterior, la realidad
demuestra que la producción de café a nivel nacional, en el último quinquenio,
ha bajado de 2.6 millones de quintales a cerca de 500,000. Cifra que debería preocupar a todos,
pues esto significa que las familias salvadoreñas han dejado de percibir un
total 35 millones de dólares en salarios anuales y lo cual significa que cerca
de 130 mil familias no han recibido el ingreso que estaban acostumbradas a
percibir; solo por concepto de la baja en la producción de café.
Parecería que este problema solo es de los dueños
de las fincas de café, los cuales tradicionalmente se han visto como gente
“millonaria” y que debería aguantar todo tipo de problemas, pues tienen los
fondos necesarios.
Este planteamiento hace caso omiso que ya no hay
dueños de fincas con suficientes recursos para seguir financiando las pérdidas
de sus propiedades y que el enfoque del gobierno debe cambiar hacia el de
promover medidas que logren solventar el problema de la baja producción de café. Además, no tanto hacerlo por los dueños,
sino por las mismas familias campesinas que viven del cultivo del café, las
cuales se encuentran, igualmente, sufriendo las consecuencias de la falta de
una política cafetera a nivel nacional y que solvente o más bien enfrente, las
bajas de precio a nivel internacional y el eliminar la plaga de la Roya; que
ambos tienen que ser un esfuerzo a nivel de gobierno, pues los productores
individualmente, no pueden hacerles frente.
Comprendiendo el drama que están sufriendo gran
cantidad de familias en el sector cafetalero, el gobierno no puede seguir sin
hacer nada mientras la riqueza nacional que representa el cultivo del café
desaparece. Por el otro lado, una
cosa es segura y es que los precios del café se van a recuperar y su riqueza
nacional va a volver a beneficiar a las familias salvadoreñas.
Como dice un famoso cantante popular y de mucha
sabiduría: “Ojalá… que llueva café en el campo”.
Sin embargo, algo tiene que hacer el gobierno
mientras tanto, de forma que todas las familias perjudicadas no tengan necesidad
de que alguno de sus miembros tenga que emigrar a los Estados Unidos o que
alguno de sus hijos no tenga más opción que incorporarse a las Maras.
¿Qué hacer? Se debe reconocer que la riqueza del café es de todos los
salvadoreños y como tal, unas medidas a adoptar serían las de: 1) combatir el crecimiento
de la roya a nivel nacional, con recursos del gobierno, 2) para mientras los precios
del café se recuperan, que las fincas de café no paguen IVA y 3) que el
gobierno absorba la mitad de los intereses que las fincas están pagando al
sistema financiero.
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