Muy fácilmente se comprende como si una
persona ha estado comiendo huevos de desayuno, por mucho tiempo; de pronto se
le hace muy difícil cambiar a solo comer cereales.
Lo mismo ocurre en el plano institucional. Pudiera pensarse que las instituciones no
tienen hábitos, pero la verdad es que su personalidad está delineada por el
conjunto de personalidades de sus anteriores y actuales dirigentes y esto
vuelve mucho más difícil el lograr cualquier cambio. Por sobre todo, hay que tomar en cuenta que éste solo puede
lograrse con mucha tolerancia y paciencia y nada se logra renunciando.
Exceptuando los votos duros de ambos partidos
ARENA y FMLN, el resto de salvadoreños están convencidos que ambos partidos
deben cambiar. Esta realidad se
refleja en los más de cincuenta por ciento de votantes que no desean ni que el
FMLN ni ARENA los gobierne de nuevo; luego, tanto el FMLN como ARENA, necesitan
cambiar.
La diferencia entre ambos es que, en ARENA
este cambio ya comenzó y en el FMLN ni siquiera se ha iniciado y es más, mientras
el FMLN no pierda la presidencia de la República, no va a cambiar; tal y como
sucedió con ARENA, que no fue sino hasta que perdió la presidencia, que comprendió
que para volver a ganarla, había que cambiar.
Hay que reconocer que el cambio, en una
institución, se produce por el esfuerzo de todos sus integrantes. Sin embargo, todo cambio necesita un liderazgo
y esa inercia de cambio dejó de existir en ARENA, cuando hace unos meses, en
forma democrática y lo cual es parte importante del cambio; eligió a su actual
dirigencia por solo un poco más de la mitad de votos y además, los ganadores
decidieron no tomar en cuenta lo que la otra mitad estaba planteando.
Es en este momento que se comprende que el problema
de ARENA es que se encuentra presa de su propio pasado y solo así hay que
entender la renuncia de sus, relativamente nuevos dirigentes, Juan Valiente y Johnny
Wright; quienes al ver que la
inercia de cambio se detiene, no ven otra alternativa que “sonar una campana de
alarma”, para que su partido comprenda la necesidad de continuar con el cambio.
Es decir, se trata de “sonar una campana”,
para muchos inoportuna, que provoque que todos los dirigentes de ARENA
ejerciten el diálogo y esto permita que se reconozca que no se puede dejar de
tomar en cuenta el pensamiento de casi la mitad de los miembros que perdieron
las pasadas elecciones del COENA y además por escasos votos; y que su
pensamiento y forma de pensar debe, de alguna forma, tomarse en cuenta para
delinear el rumbo que el partido necesita y lo cual pasa por encontrar la
fórmula para que ese pensamiento influya en las futuras decisiones y los
cambios necesarios lleguen.
Los liderazgos se conquistan o se
otorgan. La realidad de ARENA es
que ninguna persona individual ha sido capaz de ganar ese liderazgo de cambio
que necesita, luego lo que debe hacer es elegir a alguien y otorgárselo.
Comprendiendo esta necesidad, ARENA debe definir,
este mismo año, a su candidato presidencial, para que se vuelva su líder. Él elegido debe estar consciente que,
para ganar la presidencia de la República necesita buscar el apoyo de los que
no están de acuerdo ni con ARENA, ni con el FMLN y por tanto debe lograr que
ARENA termine de cambiar.
En forma emblemática, lo que debe lograr es
que los dirigentes de ARENA ya no cierren el puño para cantar el Himno Nacional
y se cambie la letra de su Marcha, para adaptarla a los momentos modernos que
estamos viviendo.