A todo el que conoce El Salvador, le
gusta; pero especialmente a nosotros los salvadoreños.
Luego, es natural que no nos agrade que alguien trate de denigrarlo y mucho menos que se refiera a nuestro querido país en términos
absolutistas; que no reflejan la verdad de lo que en realidad es, como un todo.
La Biblia, en 1 Reyes 21, nos cuenta el
pasaje del rey Ajab, rey de Samaría, el cual trata de convencer a su vecino que
le venda su viña, pues a él le gusta por estar cerca de su palacio y quiere
cultivar una. El campesino dueño
de la viña, Nabot, le contesta que no puede vendérsela, pues es una herencia de
familia.
El rey se puso muy triste y su esposa, al
verlo así y para que no estuviera triste, convence a unos malvados, para que
atestigüen contra Nabot y poderle robar la viña. Al final, el rey obtiene lo que quería, apoderarse de la
viña; pero obtiene una tremenda maldición de Dios, que eventualmente acaba con
su vida y con la felicidad de toda sus generaciones futuras; incluyendo la de todo
el pueblo que reinaba.
Algo bastante similar es lo que le está
sucediendo a los más de 200,000 salvadoreños que ya viven en Estados Unidos,
algunos con familias ya formadas y todos sus descendientes siendo ciudadanos
estadounidense, que ya no se pueden separar, pues son una sola cosa por mandato
de Dios o sea por “herencia”, como respondió Nabot.
Lo que están viviendo los ciudadanos
salvadoreños amparados al TPS se asemeja al pasaje de la Biblia, pues de pronto
el gobierno de los Estados Unidos se da cuenta que esto lo perjudica o le quita
felicidad y decide mejor “comprarles la viña” o sea, expulsarlos del país; para
que sean los ciudadanos estadounidenses los que la aprovechen o sea, las oportunidades
de trabajo.
En término familiares, esto es el equivalente
a aquel vecino que hace caso omiso de la situación precaria de la familia que
vive a la par de su casa y pretendiendo olvidarla, decide no prestarle
atención, para continuar su vida como que si esta no existiera.
El problema de esta indiferencia, es que lo
más probable es que las situaciones higiénicas y de salud del vecino le van a
seguir molestando y como solución pudiera, eventualmente, decidir construir un
muro para ya no sentirlas, ni verlas.
Pero, siempre tendría que estar consciente que, a la larga, esto no
solucionaría el problema; pues con el tiempo, habría que levantar otro muro más
alto.
La otra alternativa es que, siendo un vecino
sabio, se decide ayudar a su vecino y colabora con él en el tiempo, para que salga
de la situación precaria y se vuelva su amigo; tan sencillamente porque en un
momento dado le ayudó a salir adelante y sobretodo con su familia.
Poniendo lo anterior en perspectiva e
independientemente de los calificativos que se quieran dar, la verdad es que los
Estados Unidos tiene como alternativa con sus vecinos latinoamericanos construir
un muro y hacer caso omiso de la situación precaria del sur de su vecindad o al
igual que el vecino sabio y contrario al rey Ajab; decidirse por ayudarlos y
así poder vivir feliz… y
sobretodo, que esta felicidad no dependa de que tan alto es el muro que tiene
que construir.