De acuerdo a las recientes estadísticas, no
más del 40% de los salvadoreños pasaron una verdadera noche buena… ¡Noche de Navidad!
De acuerdo a estas estadísticas, el resto la
ha pasado con hambre… frío… sin empleo, a larga distancia de sus seres queridos
o sin estar nada cierto de su futuro. Muchos lejos de su hogar, pues el no encontrar empleo los ha
obligado a emigrar a otros países o han tenido que abandonar sus casas, pues
las maras controlan su vecindario.
Otros viven en el campo, donde antes reinaba
la humildad, pero había alegría; ahora lo que prevalece es la añoranza de los
“beneficios” de la ciudad y la única esperanza de cada joven, es aspirar a que
la mara local les conceda “el favor” de pertenecer a ella. Eso les concede una “licencia” de
extorsionar a cualquiera que esté produciendo algo… sean estas pupusas, riguas,
una tiendita o… una venta de electrodomésticos.
En El Salvador de hoy, el medio de vivir más
fácil y factible, se ha vuelto parecido a lo que ocurría en los Estado Unidos
en los años 40, en el tiempo de la mafia y a lo que la realidad nos está
doblegando, es a que los jóvenes se dediquen, como único medio de vida, a
violentar el valor de la justicia.
Conviene entonces, quizás, recordar lo que el
valor de la justicia significa de acuerdo a la navidad, que es lo que hemos
celebrado hace unos días.
Dios nos dice, en Isaías 48: “Esto dice El
Señor, tu redentor, el Dios de Israel: “Yo soy el Señor, tu Dios, el que te
instruye en lo que es provechoso, el que te guía por el camino que debes
seguir. ¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos¡ Sería tu paz como un río y tu
justicia, como las olas del mar. Tú
descendencia sería como la arena y como granos de arena, los frutos de tus
entrañas. Nunca tu nombre hubiera
sido borrado ni arrancado de mi presencia.”
Y en el Salmo 1 nos dice: “Los malvados serán
como paja barrida por el viento, porque el Señor protege el camino del justo y
al malo sus caminos acaban por perderlo.”
Nuestro país es el único, en todo el mundo,
que lleva el nombre de El Salvador y afortunadamente, todavía más del 95 por
ciento de salvadoreños celebramos el nacimiento del Divino Niño Jesús, en
Navidad; sea que seamos católicos o pertenezcamos a alguna iglesia cristiana.
Luego, ¿porqué tanta violencia? Y la
respuesta parece estar en que la mayoría de nuestros dirigentes políticos no están
dando el ejemplo de valorar y respetar la justicia o sea la voluntad de Dios y
que se resume, no solo en nuestra Constitución de la República, sino en lo que
el Niño Jesús después nos enseñó y que es: dar de comer al hambriento, vestir
al desnudo, visitar al enfermo y encarcelado; perdonar al que nos ofende, dar
posada al extranjero, consolar al triste… sufrir con paciencia los defectos del
otro.
Podemos pacientemente esperar que los malos políticos
cambien, tal y como nos dice el Salmo 1, pues eventualmente acabarán por
perderse; pero lo que además debemos hacer es, en las próximas elecciones,
votar por aquellos que respeten el valor de la justicia por temor a Dios y no
sólo porque si los cachan, los van a meter a la cárcel.
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