Nos referimos a la polémica causada por el Papa
Francisco en su visita a México al atestiguar que: “aquel que construye muros
no es cristiano. Es cristiano aquel
que construye puentes”.
Una vez más el Papa salió en la defensa de los más
débiles y desgraciadamente sus palabras fueron sacadas de contexto por aquellas
personas que sí están a favor de construir muros alrededor de las fronteras de
sus países o propiedades, como medio para proteger sus propios intereses; pero
olvidándose del mandamiento más importante que nos dejó nuestro Señor
Jesucristo y que es el de: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado”.
Uno de los primeros en reaccionar fue el actual
candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, quién
inmediatamente trató de argumentarle al Papa que él no era la persona
calificada para decidir si una persona es o no cristiana y que él, el señor
Trump, sí era cristiano.
Lo que no alcanzó a comprender el señor Trump es
que ambos tienen razón y por tanto de nada le servía argumentarle, pues lo que
nos estaba tratando de explicar el Papa, a todos los cristianos, es que existen
diversos grados de cristiandad.
Desde la heredada por familia, a la practicante por costumbre o por convicción
o la más perfecta, que es el verdadero seguimiento de los mandamientos de
nuestro Señor Jesucristo y que es a lo que debemos aspirar en el transcurso de nuestras
vidas.
Aunque las palabras del Papa se interpretaron como
dirigidas a la campaña actual para la presidencia de Estados Unidos, en
realidad fueron dichas para todos los pueblos del mundo y podemos recoger lo
que como salvadoreños nos toca, pues mucho nos hace falta el que los actuales
dirigentes políticos dejen de construir muros de protección para sus propios
intereses y más bien podamos ir eligiendo a personas que, como dijo el Papa,
mejor “construyan puentes” y se comience a desbaratar este andamiaje de
polarización extrema en que hemos caído.
Ante las recientes actuaciones de los
funcionarios de gobierno, en sus distintas instancias, conviene recordar lo que
el presidente Sánchez Cerén dijo en su discurso inaugural y que inmediatamente
lanzó una ola fresca de esperanza para todos los salvadoreños: “Vamos a garantizar una gobernabilidad fundamentada
en el crecimiento, en la distribución social del ingreso, en el respeto y la
promoción de la institucionalidad democrática y de la seguridad jurídica y
ciudadana. En síntesis, en la
búsqueda permanente del desarrollo y el compromiso irrenunciable con la
justicia social.
Para
alcanzar los grandes acuerdos de país, hemos promovido instancias de
concertación. Estamos trabajando
en la formación de núcleos ciudadanos conformados por sacerdotes católicos,
pastores evangélicos, empresarios, trabajadores, académicos, y una lista de
personas que contribuyan a este gran acuerdo. Porque unidos crecemos todos.”
En su viaje
a México, lo que el Papa nos ha querido recordar, a todos los pueblos del
mundo, es que los muros dividen y los puentes unen y que la fórmula para un
mejor desarrollo económico y social es la búsqueda de entendimientos o sea la
construcción de puentes y no la construcción de muros; que es lo que se
construye con las aplanadoras y madrugones para aprobar leyes, que a cada
gobierno le conviene en el corto plazo.
A la luz de
lo que ahora vivimos, quiera Dios que las palabras del Papa y los compromisos
del presidente Sánchez Cerén guíen a los actuales dirigentes políticos a cambiar
el rumbo que llevamos, para que los niños salvadoreños ya no tengan que emigrar
en busca de mejores oportunidades y que es a lo que estamos llamados a
resolver.
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