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Canonización de Monseñor Romero

sábado, 13 de febrero de 2016

No son los jugadores, es el juego (II)


En el artículo anterior se mencionaba lo grave que está sucediendo en nuestro querido país, donde en un afán de buscar ventajas personales, se está ocupando la representación institucional para denigrar a los contrincantes políticos; lo cual está amenazando el proceso democrático que tanto nos ha costado.

El reciente incidente donde el presidente de la República calificó en términos despectivos e irreales al presidente de ANEP, es un claro ejemplo de lo anterior y lo cual desprestigia no solo a la gremial más representativa del sector empresarial del país, sino al mismo presidente y gobierno de la República y más grave aún, a la institucionalidad democrática que él está obligado a defender y promover y donde ANEP es una parte importante de la misma; lo mismo que los sindicatos y las organizaciones representativas de los empleados.

La democracia no solo es el que hayan elecciones, sino el que existan organizaciones fuertes y consolidadas tanto del sector público como privado y donde de parte del sector privado, las organizaciones empresariales y los sindicatos juegan un papel fundamental.

A raíz de estos comportamientos, que parecieran irreversibles, las recientes encuestas ponen en evidencia la desesperanza en que los salvadoreños hemos caído, pues todas demuestran el desencanto de la mayoría de salvadoreños con los recientes gobiernos.  Pero no solo con ellos, sino con todos los partidos políticos y la mayoría de funcionarios de gobierno en general, presentes y pasados; lo cual se confirma con el deseo de más del 70% de los jóvenes salvadoreños que, si pudieran, emigrarían a otro país.

O sea, la triste realidad es que si no se construye un proyecto común de nación y del cual mucho se ha hablado; a muy corto plazo pudiéramos encontrarnos ante el peligro de perder hasta la identidad patriótica… entiéndase por esto el “orgullo de ser salvadoreño”.

Muchos opinan que al actual gobierno y al FMLN en general no le interesa construir este proyecto mencionado, pues sus líderes actuales perderían el liderazgo que actualmente han logrado y los privilegios que esto les representa.  A juzgar por su comportamiento durante ya dos períodos presidenciales, la evidencia demuestra que esto pareciera como lo más probable; pues los comportamientos de sus representantes hacen muy difícil argumentar lo contrario.

Además, los que sostienen este argumento, también opinan que lo que hay que hacer es esperar hasta las próximas elecciones, pues ante la realidad que demuestran las encuestas, lo más probable es que el FMLN pierda las elecciones y entonces gane ARENA, la cual aparentemente sí promovería la unidad que tanto estamos necesitando.

Sin embargo, lo que este análisis no toma en cuenta es que si bien el FMLN pudiera estar desprestigiándose para gobernar el país, tampoco ARENA, ni ningún otro partido, está capitalizando este desprestigio; pues, siendo que el país es solo fruto de las realidades internas de sus organizaciones más importantes, también a ellos habría que recordarles que el problema “no son los jugadores, sino el juego”.

En el caso específico de ARENA, a raíz de su próxima elección de autoridades y para promover los entendimientos internos, lo que debería reconocer es que no le conviene dividirse sobre quién es el más capaz para ser el presidente del COENA, sino cambiar las reglas del juego y permitir que sean sus militantes los que elijan a sus dirigentes, pero con nuevas reglas del juego; de forma que los próximos miembros del COENA no tengan, ni puedan aspirar a ningún cargo público, para que su interés no sea el de usar el partido para su propio provecho, sino el deseo genuino de buscar únicamente el que este busque los intereses que más le convienen a nuestro país y sobretodo tenga la capacidad de seleccionar a los candidatos más calificados para cada elección popular.

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