El pasado 15 de Agosto se celebró el
centenario del nacimiento de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. En esa misma fecha, la Iglesia Católica
celebra, todos los años, el triunfo de la Virgen María sobre todo mal y asunta
en cuerpo y alma al cielo.
Monseñor Romero nació un 15 de Agosto de 1917
y muere 64 años después, el día que la Iglesia celebra el día de la Encarnación
del Hijo de Dios. Toda su vida
estuvo marcada de indicios relacionados con las celebraciones de la Iglesia, que
indudablemente iban confirmando que Dios lo iba a usar, como a todos los
profetas, para cambiar la forma de pensar no solo de sus compatriotas, sino la
de muchos países de Latinoamérica y el mundo entero.
En representación del Papa Francisco y en la
homilía de la misa de celebración del centenario de su nacimiento, el Cardenal
Arzobispo de Santiago de Chile Monseñor Ricardo Ezzati Andrello nos recordó que
hay mártires por causa de la fe, “en odio de la fe”; otros lo son por causa del
amor; otros por causa de la injusticia.
Pero que: “todos los mártires viven por causa de la Esperanza, pensando
porfiadamente que otro mundo es posible”.
Por sobre todo, como mínimo, un mundo donde los
políticos comprendan, como dijo Monseñor Romero en su homilía del 6 de Febrero
de 1977, que: “el cristianismo no
es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de
prohibiciones. Así resulta muy
repugnante. ¡El cristianismo es
una persona que me amó tanto y que me reclama mi amor¡ ¡El cristianismo es
Cristo!”.
Como tal, es indudable que sus palabras se
refieren a un mundo donde los políticos deben creer, aceptar y ser testigos de que
el servicio en un puesto de elección popular exige, ante Dios, el efectuar un
esfuerzo genuino y sin engaños, para hacer realidad esa semilla de Esperanza
que Monseñor Romero sembró con su martirio.
No se trata, por tanto, solo de leer la
Biblia o ir a los eventos que celebra la Iglesia, para ser vistos o hacer uso de
la imagen de Monseñor Romero, para beneficio propio o la de su partido político. Se trata de ser fieles con los principios
cristianos que Monseñor Romero inculcaba y volver una realidad su Esperanza de
que los políticos se donen enteramente a los más necesitados, como único
recurso para ayudarles a que puedan salir de su situación de pobreza y no como
está sucediendo ahora, donde la mayoría de políticos lo que hacen es lo
contrario o sea, “servirse” de los más necesitados; para su propio provecho.
El Cardenal Ezzati Andrello, de seguro viendo
hoy día, que la situación de la mayoría de salvadoreños no solo no ha mejorado,
sino empeorado en los últimos dos años, terminó su homilía haciéndonos a todos
la misma exhortación que el Papa Francisco nos hizo en su carta dirigida a
nuestro Arzobispo, con ocasión de la Beatificación de Monseñor Romero y donde nos
dijo: “Quienes tengan a Monseñor
Romero como amigo en la Fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes
admiren su figura; encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de
Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno… El Papa
participa de sus esperanzas, se une a sus oraciones para que florezca la
semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e
hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del
mundo”.
Lo que los salvadoreños debemos exigir con
nuestro voto, no es que los políticos no se apropien de la figura de Monseñor
Romero, sino que aquellos que lo hagan, sean verdaderos promotores de su
Esperanza y dejen de usarla para su propio beneficio.
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