Portada

Portada
Canonización de Monseñor Romero

viernes, 4 de diciembre de 2015

Año de la misericordia

En un mundo y país tan convulsionados como en el que estamos, el Papa Francisco ha querido recordarnos que todos somos hermanos, hijos de Dios y declarar a partir del próximo 8 de Diciembre, día en que se celebra la Inmaculada Concepción, la apertura del “Jubileo Extraordinario de la Misericordia”.  Para enfatizar el amor individual que Dios nos tiene a cada uno y su inmensa misericordia para perdonar cualquier ofensa que le hayamos hecho.

Según el glosario del Catecismo de la Iglesia Católica, misericordia significa: “la generosidad, compasión o tolerancia que alguien tiene con una persona que le ha ofendido”.  El mismo catecismo nos recuerda que: “el amor practica el bien y la corrección fraterna, es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresado y generoso; es amistad, comunión… y tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia”.

En su carta de convocatoria, el Papa introduce que “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre”, que “quién lo ve a Él, ve al padre” (Juan 14,9) y que “Jesús de Nazareth con su Palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.

Misericordia, nos dice el Papa, “es la ley fundamental que habita en el corazón de la persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en la vida.  Misericordia: es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amado para siempre, no obstante el límite de nuestro pecado… y que hay momentos en los que de un modo más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia, para poder también nosotros mismos ser signo eficaz del obrar del Padre”.

“Cuantas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo de hoy!” nos recuerda el Papa en su carta convocatoria, invitándonos a que, cuando menos, el año santo debe servirnos para buscar el silencio del alma adecuado para que cada uno, desde su puesto de mucha o poca responsabilidad pueda escuchar la Palabra de Dios que dice: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lucas 6, 36).

Quizás, inclusive, lo que a muchos salvadoreños el Papa quiere recordarnos es que Dios sí existe y que es por esta “ausencia” de Dios en los corazones, que estamos pasando por los momentos en que estamos.  Cada vez más existe una tendencia a querer “apartar” a Dios de las actividades políticas y de gobierno y tratar de no reconocer su amor y misericordia en nuestro diario vivir; queriendo atribuir todo a nuestra propia iniciativa o fruto de la de alguien más y solo acordándonos de Él para “el protocolo festivo”.

Nuestro país necesita una gran dosis de misericordia y no podemos sentir la necesidad de darla si no nos consideramos necesitados de la misma misericordia de Dios.  Para esto, lo que debemos de comenzar es a practicarla en todas las instancias políticas, económicas y sociales y con aquellas prácticas que el mismo Jesús nos enseño y que son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero; asistir a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los muertos. 

Sin olvidar las obras de misericordia espirituales, que son:  corregir al que se equivoca, consolar al triste, perdonar al que nos ofende; soportar con paciencia los que nos caen mal y rogar a Dios por los vivos y los difuntos.

El Papa termina diciéndonos en su carta: “No olvidemos las palabras de San Juan de la Cruz: “En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario