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Canonización de Monseñor Romero

lunes, 20 de junio de 2016

Haciendo lo mismo, se obtiene lo mismo

A raíz del reciente atentado masivo en una discoteca de Orlando, Florida, los medios mundiales han estado llenos de estadísticas de los atentados históricos que han habido en los Estados Unidos.  Estas pueden resumirse en que este ataque ha sido la masacre con mayor número de víctimas, después del ataque a las torres gemelas en el año 2001 y que estos eran impensables, hace unos cuarenta años.

Independientemente de las razones que tuvo el atacante para realizar dicho atentado, conviene reflexionar que en el transcurso del tiempo y alrededor del mundo, este tipo de atentados masivos han venido siendo cada vez más frecuentes y con mayor número de víctimas.  En muchos países y por diferentes razones se puede afirmar, sin ninguna duda, que la violencia en general, la inseguridad en nuestras propias casas, la desconfianza hacia la persona desconocida que pasa a nuestro lado e inclusive la desconfianza hacia nuestros propios vecinos y compañeros de estudio o trabajo; lleva desde hace varias décadas una tendencia a incrementarse cada vez más.

En nuestro querido país, la violencia es más que evidente y produce mensualmente mayores víctimas que las que generó el atentado de Orlando.  La violencia la encontramos a diario en las relaciones familiares y hasta en el modo de hablar públicamente. 

¿Cuál es la causa principal de la violencia en el mundo?  Los expertos concluyen que, esta se debe a que la velocidad con que se vive el mundo moderno de hoy está causando una creciente falta de valores en todos los sectores, pero por sobretodo, en la mayoría de los dirigentes de los distintos países; los cuales no están dando el ejemplo adecuado. 

Se trata de aquellos valores que antes se aprendían al crecer en el amor de una familia.  Lo cual se ha venido traduciendo en desconfianza entre unos y otros,  desconfianza que a su vez se ha traducido en falta de desarrollo político, económico, social y cultural para las grandes mayorías y lo cual, a su vez, se ha traducido en violencia; primero generalizada y luego organizada, que es en el nivel en que se encuentra El Salvador.

Para poder aspirar a un país en paz y donde no impere la violencia, sino la tolerancia y solidaridad con los más necesitados, no podemos esperar que haciendo lo mismo vamos a obtener resultados diferentes.  El primer paso ya se dio con los Acuerdos de Paz firmados hace casi veinticinco años y lo cual nos ha permitido vivir en un ambiente democrático, que es indudablemente un requerimiento esencial.  Sin embargo, lo que el atentado de Orlando nos debe recordar a los salvadoreños es que la única forma de evitar la violencia no es solo el crear un ambiente político, económico y social adecuado, que es algo que indudablemente los Estados Unidos ya ha superado; sino es inculcando en nuestros hijos los valores religiosos, éticos, morales y cívicos que necesita una persona para que la sociedad a que pertenece funcione bien como un todo; respetando los derechos de los demás, pero también cumpliendo con sus deberes.  Esto es en lo que la sociedad estadounidense también ha fallado.

Haciendo lo mismo, vamos a seguir con la misma violencia.  Los primeros que deben dar el ejemplo son los dirigentes de los distintos sectores, de ahí que debe celebrarse el que cuando menos en ARENA se hable de un cambio de rumbo en la elección de sus nuevos dirigentes; lo cual permita que lleguen personas con valores bien cimentados y sobretodo conscientes que así como el hijo es el reflejo del padre y la madre, también un partido político y un país es el reflejo de las personas que lo dirigen.

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