Bajo cualquier punto de vista, las próximas
elecciones del 2014 decidirán el futuro que queremos para nosotros, nuestros
hijos y los hijos de nuestros hijos.
De lo que tenemos que estar seguros es que, las
próximas elecciones no son solo entre un candidato u otro, como se nos quiere
hacer creer, sino entre “sistemas de vida” diferentes y por lo que, desde la
década de los sesenta viene luchando el ala más radical del FMLN y que ahora lo
llama “Socialismo del Siglo XXI” o “Buen Vivir”; para no hablar de su verdadera
intención, la cual ha quedado demostrada por su forma antidemocrática de
administrar el presente gobierno.
El próximo 2 de febrero será crucial para el 2019 que
queremos, principalmente porque a la mayoría de salvadoreños se nos ha
despojado de la capacidad de soñar y se nos ha arrebatado la esperanza de
pensar que con nuestro voto, en escasos días, podemos lograr una diferencia
para que nuestro país cambie, para el bien de todos. Pero además porque, se nos ha obligado a olvidar que en una
democracia, para que los sueños se vuelvan realidad no basta con solo soñar y
esperar que las cosas cambien, sino que hay que acostumbrarse a ejercer los
derechos y deberes individuales de cada uno y por sobretodo el de aprender a votar por un
partido político; aunque el candidato no sea de nuestro completo agrado.
Esa esperanza había perdido “el mundo”, cuando, antes
que llegara un Ronald Reagan, en la década de los setenta se creía que el
liderazgo de los Estados Unidos se había perdido y el sistema comunista ruso
era inevitable; así era el pensar de los franceses, antes que llegara Francois
Miterrand, que hasta creyeron que Francia ya no podría competir mundialmente; así
era el pensar de los ingleses, antes que llegara Margaret Thatcher, cuando se
consideraba que Inglaterra había caído en una espiral descendiente, sin solución,
y así era el pensar de los chilenos, antes que llegara Michelle Bachelet, que consideraban
que su modelo de desarrollo se había “agotado”.
Al tratar de buscar la característica común que
tienen todos estos presidentes mencionados, algunos de “izquierda” y otros de
“derecha”, una sola destaca y es que, al momento de elegir a sus más cercanos
colaboradores, todos ellos eligieron a las personas más capaces para los
puestos que iban a desempeñar y no a los que “más les ayudaron en su campaña
electoral” o mucho menos a sus “parientes” o “amigos”; o a los que los “grupos
influyentes” de su partido les sugerían.
Esto es lo que tenemos que reconocer, el próximo 2 de
febrero, al momento de ejercer nuestro derecho al voto. Para eso, Dios quiera que alguno de los
candidatos se atreva a sorprender a la población y nombre con anterioridad al
día de las elecciones, cuando menos, a sus más próximos seis colaboradores. De esta forma, todos los salvadoreños podremos
estar seguros quién de los candidatos es el que cumple con el ejemplo de los
presidentes mencionados anteriormente y poder soñar que el país verdaderamente cambie,
hacia donde la mayoría deseamos.
Por de pronto, de todos los candidatos a presidente
solo conocemos una decisión y la cual es el nombramiento de sus respectivos
vicepresidentes. En esto, se debe
reconocer que el único que ejemplifica a los presidentes antes mencionados es Norman
Quijano, pues el único candidato a vicepresidente que reúne todas las
características de independencia de los poderes políticos y económicos de su
propio partido es, René Portillo Cuadra; quién de sobra está demostrado que fue
elegido por decisión personal del Dr. Quijano, en contra de las sugerencias de
sus propios correligionarios y por sobretodo valorando sus cualidades
profesionales y personales, para dirigir lo más importante para el futuro de
nuestro país; que es la educación y capacitación, a todos los niveles.
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