“Temo a Dios que pasa” - y puede que no regrese - es
la famosa frase de San Agustín y es lo que los líderes de los países
latinoamericanos deben reflexionar, después del “paso” del Papa Francisco por
Ecuador, Bolivia y Paraguay, la semana pasada.
Durante su visita, el Papa nos dejó varios
importantes mensajes que se aplican a la realidad imperante en El Salvador y
nos recordó, entre otras cosas, la necesidad de buscar la unidad o sea la
despolarización: “entregando la confianza en el otro y buscando la inclusión a
todos los niveles; dejando de un lado la búsqueda individual del poder,
prestigio, placer y seguridad económica”.
En otra instancia, nos recordó que los líderes
políticos deben aprender a desarrollar la “hospitalidad” con el que no piensa
como ellos; con el perseguido, con el desempleado y no usando “estrategias,
tácticas, maniobras o artimañas” para conseguir los votos necesarios para buscar
y mantenerse en el poder.
Con el presidente de Bolivia, el Papa fue mucho más
específico y al recibir como regalo una imagen de Jesucristo, crucificado en la
hoz y el martillo, con la obvia intención de manipular la inocencia de su
pueblo para promover la ideología marxista; el Papa le manifestó que: “Eso no
está bien”. Confirmando después
que las ideologías no son buenas, pues terminan en dictaduras.
El Papa hizo hincapié que la fe cristiana no debe
ser una fe de solo creer en Dios, sino debe ser una “fe solidaria” con los más
necesitados, buscando que esta se traduzca en obras que ayuden a los demás y
recordándonos que, igualmente, la democracia debe ser solidaria y no solo se
trata de conseguir los votos necesarios para ser elegido por la mayoría, sino
el aprender a respetar y defender la ley, el equilibrio de los distintos
Órganos del Estado y el promover la alternancia en el poder.
Dentro de su mensaje central, el Papa expresó que
la unidad y la paz no existen en una sociedad cuyos líderes políticos solo
buscan “el poder, prestigio o seguridad económica” y donde la corrupción y la
mentira son aceptadas, por los mismos encargados de combatirla, como un medio
válido para accesar al poder.
Las declaraciones del Papa nos recuerdan lo males culturales
y crónicos que padecemos los salvadoreños y que todos los que amamos a nuestro
querido país estamos llamados a corregir.
En esta búsqueda de una sociedad más justa, libre y
en paz, los primeros pasos que deben iniciarse son aquellos que permitan transitar
de una simple democracia, hacia una “democracia solidaria”, tal y como definió
la fe el Papa y son aquellos pasos que busquen que las instituciones encargadas
de combatir la impunidad y la corrupción “funcionen”; de forma que se asegure,
en el presente y el futuro, que el juego político, social y económico es parejo
para todos y no para satisfacer egoísmos partidarios o personales.
En días recientes, el FMLN se ha negado a la
creación de una comisión internacional contra la corrupción, tal y como existe
en Guatemala. Esta se ha sugerido
como el paso inicial para comenzar a eliminar la impunidad y corrupción, que es
el mal cultural y crónico que detiene nuestro desarrollo político, económico,
social y cultural.
Ante esta negativa y argumentando que nosotros
solos, los mismos que padecemos la “enfermedad” y no lo aceptamos, somos capaces de corregir nuestros
problemas culturales y que no necesitamos intromisión de otros países, lo cual
no se argumentó por el FMLN para lograr los Acuerdos de Paz de 1992; solo resta
esperar que el “paso” del Papa Francisco por América, la semana pasada, haga
recapacitar al resto de partidos políticos y “escuchando” la voluntad de la
mayoría de salvadoreños, se apruebe la comisión internacional contra la
impunidad y corrupción propuesta.
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