A pesar de su largo padecimiento, la muerte del
presidente Venezolano, Hugo Chávez, sorprendió no solo a sus compatriotas, sino
al mundo entero. Como tenía que
suceder, su muerte era una realidad de la que nadie se podía escapar y en
retrospectiva, para muchos ha sido una enorme pérdida, pero también para muchos
ha sido algo “conveniente”; todo esto fruto de la polarización de la sociedad
que él mismo contribuyó a formar.
Después de su muerte, resulta impactante el
observar a miles y miles de personas que le han rendido tributo y los
innumerables elogios y manifestaciones de aprecio de varios mandatarios de
distintos países del mundo. Decimos
que resulta impactante, pues pudiendo ahora observar las manifestaciones
espontáneas de aprecio, queda claro que durante su vida y en su muy criticado accionar
en distintos países del mundo, incluyendo El Salvador, es indudable que ha
beneficiado a miles y miles de personas; no solo solventándoles, aunque sea en
poco, su precaria situación económica, sino sobretodo regresándoles su “dignidad”
como personas.
Lo que el mundo está por saber, es si con su
carismático estilo, el presidente Chávez pudo a última hora y en las
postrimerías de su vida, “heredar” la presidencia de su país y si lo pudo hacer,
si Nicolás Maduro podrá continuar con la misma política, también heredada y por
tanto mandatoria; que es la de consolidar el Socialismo del Siglo XXI, no solo
en Venezuela, sino en toda Latinoamérica.
Si el presidente Hugo Chávez logró “heredar” su
caudal político al ahora candidato presidencial Nicolás Maduro, lo sabremos en
pocas semanas. Su éxito o fracaso
en hacerlo no depende de cómo lo hizo en las postrimerías de su muerte, sino
más bien de lo que puede ofrecer el actual candidato Henrique Capriles en los
pocos días que restan de campaña política y cómo puede convencer a la mayoría
de venezolanos que ha comprendido que lo que quieren no es un crecimiento
económico a largo plazo, sino acciones concretas que remedien, ante todo, sus
necesidades más inmediatas.
Para ganar, la propuesta del candidato Capriles
deberá de consistir en, cuando menos, ofrecer a la mayoría de venezolanos los
mismos beneficios que les ha dado el presidente Chávez, pero hacerlo de forma
que pueda ser sostenible en el tiempo, pues es indudable que esto es lo que ya no
podrá hacer Nicolás Maduro y la razón de esto es porque la economía de
Venezuela se encuentra bastante deteriorada y aunque es poseedora de uno de los
yacimientos de petróleo más grandes del mundo; para poder seguir con su
política de usarlo para seguir buscando “clientelismo político”, Maduro no solo
necesitará de este, sino también de la continua generación de empleos del resto
de venezolanos que no están de acuerdo con las políticas del presidente Chávez
y por lo cual, en el largo plazo, el Socialismo del Siglo XXI no podrá
subsistir, si se les continua constantemente menospreciando.
Pareciera que esta historia solo compete a los
venezolanos. Sin embargo, a raíz
del proyecto Alba, nuestras próximas elecciones van a depender de los mismos
argumentos que existen en Venezuela y sobre todo del hecho fundamental de si la
“derecha” de El Salvador, dada la nueva realidad latinoamericana provocada por
el presidente Chávez, ha comprendido que sus probabilidades de ganar la
presidencia dependen básicamente de su capacidad de ofrecer a los salvadoreños
beneficios concretos, que cambien su economía familiar de inmediato y que, si
es necesario, esto se haga subsidiado por los sectores con mayores recursos; de
forma que en el corto plazo perciban los beneficios, pero en el largo plazo se
permita que la economía comience a recuperarse y estos beneficios sean auto sustentables.
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