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Canonización de Monseñor Romero

viernes, 18 de octubre de 2013

Síganme los buenos


El 7 de Octubre de 1571 se libró una batalla decisiva en el Golfo de Corinto, frente a lo que ahora se llama Grecia.  Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano, contra una coalición cristiana llamada Liga Santa. 

Muy lejos de ahí, en Roma, el Papa Pío V comprendió la importancia de lo que ahí se iba a librar y fue así como, meses antes, encomendó a todos los cristianos del mundo rezar el Santo Rosario; para que la Virgen María intercediera en favor de los combatientes que estaban defendiendo los principios “buenos”.  Los cristianos resultaron vencedores y se frenó así el expansionismo turco.

En la misma fecha en que se estaba librando dicha batalla, el Papa tuvo una visión y entrando en santo éxtasis vio que la batalla se había ganado.  No fue sino hasta el siguiente 22 de Octubre, que las noticias del triunfo llegaron a Roma y desde entonces, en todos los lugares donde se aclama dicha batalla se acuña la frase: “Ni las tropas, ni las armas, ni los comandantes, sino la Virgen María del Rosario es la que nos dio la victoria”.  La historia es testigo que el resurgimiento del mundo occidental, con todo lo “bueno” de que actualmente gozamos, comenzó con la victoria en la batalla de Lepanto.

En Octubre de 1942, el Papa Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María y en Mayo de 1945, terminó la Segunda Guerra Mundial.  En 1952, el mismo Papa consagró, nuevamente, el mundo al Inmaculado Corazón de María, en pleno furor de la guerra de Corea y la paz se firmó, pocos meses después, en Julio de 1953.

En 1982, en su visita a Fátima, lugar en que en 1917 la Virgen María se le apareció a tres humildes pastorcitos, el Papa Juan Pablo II manifestó que, en ese momento, se estaban afrontando: “amenazas cada vez mas preocupantes, casi apocalípticas, a los países y la humanidad entera” y volvió a consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María.  De todos es conocido que, en 1989, el muro de Berlín fue derrumbado por los nietos de las mismas personas que habían idolatrado el sistema comunista; comprendiendo que no sustentaba los principios elementales de igualdad, libertad, fraternidad y democracia, que promulgaba.

El pasado 13 de Octubre, el Papa Francisco volvió a consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María.  No existiendo actualmente una guerra de grandes magnitudes, como las que existían cuando los papas anteriores consagraron el mundo al Inmaculado Corazón de María, resulta particularmente interesante preguntarnos: ¿cuál pudiera ser la guerra que el Papa está visualizando en el mundo actual? y ¿qué lo hizo considerar que era necesario una nueva consagración?

La respuesta nos la da el Papa en su homilía de la misa de consagración y la cual es de mucha actualidad en nuestro país, a raíz de las próximas elecciones de presidente.  El Papa parece estar preocupado por una lucha entre el “bien” y el “mal”, la cual está dividiendo al núcleo de la sociedad misma, que es la familia y por ende menoscabando los principios éticos y morales de la institucionalidad democrática de muchos países; especialmente de Latinoamérica.

Lejos ha quedado la realidad en que el mundo se dividía entre ideologías políticas de izquierda o de derecha.  Lejos ha quedado la realidad que las izquierdas estaban representadas y auspiciadas por el gobierno comunista y ateo de Rusia y al cual, en Marzo de 1983, meses después de la consagración por parte del Papa Juan Pablo II, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, se atrevió a llamarle: “el imperio del mal”.

La guerra por la que ahora el Papa Francisco parece estar preocupado no es entre ejércitos.  Lo que aparentemente le preocupa es una “guerra” mucho más destructora, más sutil y más confusa y que es entre personas que buscan el “bien” y las que buscan el “mal” y que ahora se esconden en ambas ideologías de izquierda y derecha; colaborando entre sí, para obtener el poder absoluto.

Al comprender la reciente consagración hecha por el Papa, lo que los salvadoreños debemos hacer, el próximo mes de Febrero, es saber determinar quién de los candidatos representa el “bien” y quién el “mal”.

“¿Cuántas veces decimos, gracias?” nos pregunta el Papa y eso mismo debemos tomar en cuenta al momento de emitir nuestro voto.  Debemos dárselo a aquel que verdaderamente agradece la oportunidad de servir; no a sus propios intereses, sino a los de nuestra querida patria.

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