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Canonización de Monseñor Romero

sábado, 2 de noviembre de 2013

Conejos van, Conejos vienen y Centroamérica se detiene

Es interesante tratar de comprender el, aparentemente, reciente conflicto de la Isla Conejo, enmarcado en lo que esto significa en cuanto al retrazo económico, social y cultural de Centroamérica.

Se dice que cuando dos personas ya no pueden sostener sus argumentos, es cuando se comienzan a “gritar” y en el caso de las naciones, cuando se empieza a contar con cuantos aviones se cuenta; pues lo único que queda es el grito y la violencia, para tratar de hacer prevalecer los argumentos.

Todos conocen que la Isla Conejo se llama así, pues así se le llamó a la dinastía de reyes más importante del reino de Copán, cuyo territorio se extendía sobre lo que ahora se conoce como los países de Guatemala, Honduras, El Salvador y parte de Nicaragua y cuyo apogeo duró más de cuatrocientos años; durante, más o menos, los años 400 a 800 d.c. 

Durante este período, su riqueza y cultura fue espectacular y todavía los actuales historiadores tratan de comprender las razones de este tremendo bienestar; del cual gozaban no solo sus dirigentes, sino todos sus habitantes.

Gozando de este gran bienestar y por pura codicia personal de alguien, en el año 738 d.c., el entonces rey de la provincia de Quiriguá, norte de Honduras, decidió independizarse y comenzar un nuevo reino; prometiendo un “más y mejor” bienestar.  Es desde entonces que el floreciente reino de Copán comenzó a declinar y dividirse cada vez más; hasta llegar a empobrecer a la mayoría de sus habitantes, que ahora son los ciudadanos de Guatemala, Honduras, El Salvador y parte Nicaragua.

Desde mediados de la pasada década de los setenta, en uno de los institutos superiores más prestigiosos de administración de empresas de la región, con sede en Nicaragua, una de las materias que se enseñaba a sus estudiantes se llamaba “Centroamérica 2000”.  En ella lo que se inculcaba, básicamente y tratando de influir en los futuros líderes empresariales y políticos que pasaban por sus aulas, era que: si para el año 2000 Centroamérica no se había unido, era muy difícil que los distintos países centroamericanos pudieran alcanzar el desarrollo económico y social, que todos necesitaban.

La razón que se explicaba y de nuevo simplistamente, es que las economías individuales de cada país eran demasiado pequeñas y dependientes entre sí; lo cual hacía imposible buscar el desarrollo necesario, compitiendo a nivel mundial, si no se hacía aprovechando la ventajas de cada país, poniéndolas al servicio de aquellos que carecían de las mismas.

De todos es conocido lo que sucedió a nivel centroamericano desde entonces.  La revolución sandinista, de finales de los setenta, rompió con cualquier intención centroamericanista y más bien Nicaragua pretendió buscar su propio desarrollo en una alianza con Rusia.  Luego, en los inicios de la década de los ochenta, El Salvador tuvo que enfrentar la peor crisis política de su historia y saliendo de esta, durante la década de los noventa consideró que era suficientemente “independiente” y decidiendo menospreciar la ayuda que los otros países hermanos representaban, El Salvador optó por incursionar en el resto del mundo; considerando que cualquier intento integracionista era solo una pérdida de tiempo.

Es de lamentar que hoy, casi cuarenta años después, todavía muy pocos de los actuales políticos de la región no comprenden esta realidad y Centroamérica no solo no se ha unido, sino que todavía sigue tratando de dividirse más y pensando que: “esta isla es mía o esta es tuya”, tal y como, desgraciadamente, comenzaron a dividirse los líderes del antiguo imperio de Copán, hace más de 1200 años y lo cual es una de las consecuencias que todavía estamos sufriendo.

Ante el conflicto de la Isla Conejo, lo que conviene no es comenzar una carrera armamentista y tener esto como excusa para comprar más aviones, sino agotar los modernos canales diplomáticos que existen para dirimir límites territoriales.  Por sobretodo, recordar que los centroamericanos somos un solo pueblo hermano y que lo que procede es, más bien, ayudarnos entre sí para aprovechar las ventajas de uno, para disminuir las desventajas del otro y que en cualquier solución que se logre; lo principal es que los pueblos de ambos países salgan ganando, no sus actuales dirigentes.

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