Hay temas muchos más urgentes en nuestro país, que volver
a hacer esfuerzos para tratar de legalizar el aborto. La mayoría de salvadoreños no comprenden porqué, dentro de
todos los problemas que tenemos, ahora algunos diputados del FMLN quieren ponerse
a discutir un tema tan ampliamente legislado, como es el de si se debe cambiar la constitución para
permitir el aborto o sea, que sea legal el asesinato de personas indefensas en
el seno de su madre. ¿Acaso
piensan que la mayoría de salvadoreños podemos cambiar nuestros valores y forma
de pensar en temas tan profundos como este y por ende se deba cambiar la
Constitución de la República, que es lo que rige nuestra convivencia política,
social y económica?
Es obvio que existen temas mucho más urgentes que
atender. Pero esto no quiere decir
que el tema del aborto es menos importante que cualquiera de ellos e
indudablemente hubiéramos querido dedicar este artículo no para recalcar el
tremendo error que se cometería si se permite el aborto; sino para comentar
sobre un tema de más actualidad, como es el reciente discurso de nuestro
presidente Salvador Sánchez Cerén en la asamblea general de las Naciones
Unidas; el cual puso en evidencia lo lejos que se encuentra el actual gobierno
de, cuando menos, comprender la
forma en que se va solucionar los problemas que aquejan a la mayoría de salvadoreños
y su discurso, después de estar cinco años y más de cien días en el gobierno,
siguió siendo de anhelos y deseos.
Pero no de acciones concretas a implementar.
Sin embargo, debido a lo importante del tema y cayendo conscientemente en la evidente estrategia del FMLN en tratar
de distraer la atención a los urgentes problemas que afrontamos; se debe
comenzar por decir que el tema de decidir sobre quién debe vivir o morir, independientemente
de las razones que existan para tratar de justificar el aborto, es una decisión
que sólo puede ser tomada por Dios y así lo establece la Palabra de Dios en la
Biblia cuando dice, en el libro del Éxodo: “No quites la vida del inocente y
justo”.
Sólo la Palabra de Dios, que prohíbe expresamente
el aborto, debería ser suficiente como para que no continúe cualquier posible
discusión sobre el tema. Sin
embargo, los argumentos a favor de los que promueven su aprobación comienzan
por tratar de justificar que la vida comienza al momento del nacimiento y no al
momento de la concepción, como lo establece nuestra Constitución de la
República; lo cual es contrario a la misma naturaleza, pues no se puede negar
que ya existe una nueva vida, desde el momento en que el óvulo es fecundado. Además y más importante todavía, este argumento
es también contrario a la Voluntad de Dios, pues el libro del profeta Jeremías
nos dice: “Antes de haberte formado yo en el seno materno te conocía y antes
que nacieses te tenía consagrado” o sea que Dios dice que ya, desde el momento
de la concepción existe el cuerpo y alma de una nueva persona.
Los argumentos de los que promueven la legalización
del aborto continúan y tratan de justificar que se debería permitir en aquellos
casos en que la vida de la madre se encuentra amenazada. A ésto, ahora hasta se le dan distintos
calificativos médicos, como si se tratara de un procedimiento quirúrgico,
comparable a la extracción de un tumor, que amenaza la vida de la persona que lo
posee. De nuevo, el argumento
carece de todo análisis natural, pues el embrión es ya una persona distinta,
con alma y cuerpo y en nada comparable a una enfermedad. Además, el catecismo de la Iglesia
Católica nos dice: “Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa
misión de conservar la vida. Por
consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la
concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables.”
Con el argumento que nos parezcamos a ellos, algunos
países desarrollados promueven que sigamos su ejemplo en esta práctica
prohibida por Dios. Lo que no se
toma en cuenta es que si bien son “desarrollados”, el nivel de felicidad de sus
ciudadanos es cada vez más bajo y su relación con Dios cada día más lejana; tal
y como se puede constatar que está ocurriendo en todo el mundo, especialmente en
los países que han legalizado esta práctica.
Esto se debe a que el pecado de un aborto trae una
consecuencia negativa para todo el país que lo permite y lo dice la Palabra de
Dios en el libro del Éxodo: “Yavé es un Dios misericordioso y clemente, tardo a
la cólera y rico en amor y fidelidad.
El mantiene su benevolencia por mil generaciones y soporta la falta, la
rebeldía y el pecado, pero nunca los deja sin castigo; pues por la falta de los
padres pide cuentas a sus hijos y nietos hasta la tercera y cuarta generación”. Por ende, el aborto no solo implica el
quitar la vida a una inocente niña o niño, sino que trae como consecuencia el
sufrimiento para toda la sociedad que lo permite.
Oremos por nuestros dirigentes políticos y no
permitamos que nuestro querido país, que lleva el mismo nombre de Jesús: “El Salvador”,
sufra las consecuencias del castigo de Dios, legalizando el aborto.
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