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Canonización de Monseñor Romero

lunes, 13 de abril de 2015

No se trata de negociaciones, sino de mandatos


“De regreso a la realidad”, como dice el dicho.  Las vacaciones de Semana Santa han pasado y aunque para muchos no tuvo nada de santa y gran cantidad de hermanas y hermanos perdieron la vida debido a la violencia imperante y los accidentes causados por la falta de una vigilancia e infraestructura adecuada; nuestro querido país vuelve a la vida “normal”, o sea al trabajo sin presiones electoreras por los próximos tres años.

De ser el ejemplo a seguir para todos los países hermanos de Centroamérica, ahora El Salvador es el último en la mayoría de los índices económicos y sociales “positivos” y el primero en los “negativos”. 

Después de ser un ejemplo de cómo resolver los conflictos políticos a nivel mundial, ahora, después de la experiencia de las últimas elecciones, resulta que hasta en “democracia” hemos dado el mal ejemplo y que es, principalmente, que el tribunal encargado de contar los votos debe ser independiente de los gobiernos de turno.

Bien decía el expresidente Napoleón Duarte, que el organismo encargado de contar los votos es el “cuarto Poder del Estado” y que por tanto, había que en todo momento fomentar y promover su autonomía; tal y como es el espíritu de independencia de los otros tres, ahora, “Órganos del Estado”.

El periodo que se avecina es otra oportunidad que tienen los partido políticos, principalmente el FMLN, para continuar en el camino de la desesperanza o lanzar un mensaje que las cosas pueden cambiar a corto plazo.  Nos referimos a la siguiente etapa política que estamos por vivir y que es la elección de la junta directiva de la nueva Asamblea Legislativa.

De sobra ha pasado ya el tiempo donde esta etapa no debería crear incertidumbre, pues desde hace varias elecciones, los dos partidos mayoritarios debieran haber hecho un pacto político democrático, para beneficio del país, que el presidente de la Asamblea Legislativa debería ser electo por mandato de los votantes y corresponder automáticamente al partido político que obtuvo más votos. 

Esto no solo es de respeto al mandato de los electores, sino un elemento distintivo importante, que los principios democráticos prevalecen sobre los intereses de los partidos políticos y sobretodo personales.  Más aún, debiera haberse acordado ya que los puestos de la directiva se eligen proporcionalmente al número de votos y no necesariamente al número de diputados; el cual, debido al sistema de cómo se calculan los residuos, es ya una distorsión al mandato de los votantes.

Luego, es claro que el próximo presidente de la Asamblea Legislativa debiera seleccionarse no por negociaciones de cuotas y poderes entre todos los distintos partidos políticos, sino buscando interpretar el mandato de la mayoría de los votantes y los cuales, en esta última elección, seleccionaron al partido ARENA como la primera fuerza política del país y por tanto es a ARENA a quien le corresponde elegir quién de sus diputados debe ser el próximo presidente de la Asamblea Legislativa y los demás partidos deben apoyar esta decisión por unanimidad y en beneficio del proceso democrático.  Después de todo, así es como se selecciona el presidente del máximo Órgano del Estado, en la mayoría de países de democracia avanzada.

Una vez acordado esto, tampoco significa que el partido mayoritario pueda elegir a la persona más “famosa”, dentro de su propio partido, sino que su esfuerzo debe concentrarse en tratar de interpretar, al máximo posible, el mandato ciudadano y por tanto en el caso actual, esto no necesariamente significa que se debe elegir a la persona que ha obtenido más votos; sino a la persona que pueda lograr el mayor consenso entre los distintos partidos políticos y de preferencia, que su elección se logre por un consenso unánime de los diputados electos.

¿Difícil de lograr?  Sólo si entre la mayoría de diputados electos no existe una vocación patriótica.

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