Adviento es una palabra de raíz latina, que
significa “venida”. En la Liturgia
Católica, se ocupa para definir las cuatro semanas que preceden a la Navidad,
como tiempo para la preparación al nacimiento del Señor.
En este tiempo, a lo que se nos invita es a
recordar el pasado, vivir el presente y preparar el futuro. Es tiempo de recordar las maravillas
que Dios hace a favor nuestro. Es
memoria de la “primera venida” del Señor y nos sirve de preparación para la “segunda
venida”, ya en su Majestad y Gloria.
El Adviento nos debe interpelar a siempre vivir
vigilantes, caminando por los caminos de la justicia, solidaridad y amor entre
hermanos. Es tiempo para el examen
de conciencia continuado, arrepentido y agradecido.
Probablemente nos pongamos a pensar que no hay nada
“urgente” en lo mencionado anteriormente y por lo tanto tendamos a dejarlo para
el año que viene, pues el Señor ya vino hace más de dos mil años y para su
segunda venida, probablemente faltan, no menos de otros tantos; por lo qué… mientras
viene la segunda venida: “aprovechemos, compremos y disfrutemos”.
Pero, resulta que hay otra venida “intermedia”. De esta sí debemos preocuparnos, si es
que queremos que las cosas cambien a nuestro alrededor y en nuestro tiempo de
vida; tal y como todos los salvadoreños de bien quisiéramos. Esta venida “intermedia” es como un
camino que conduce de la primera a la última y ocurre cuando recibimos a Dios
espiritualmente en nuestro corazón y por lo tanto tendemos a hacer Su voluntad
y no la nuestra.
Es de esta venida “intermedia” de
la cual la mayoría de salvadoreños nos hemos olvidado y esta es la razón
principal del porqué el cambio tan anhelado no llega. No se debe a que hemos tenido malos dirigentes, sino a que la
mayoría de ellos han querido sacar a Dios de su diario vivir y preocuparse de El,
“después”; por lo menos hasta que se deje de ser funcionario.
En alguna ocasión, a Santa Teresa
de Calcuta le preguntaron: “¿Qué es lo que usted cree que debe cambiar en la
Iglesia Católica?” y ella contestó: “yo”.
Santa Teresa comprendía, muy bien, que para que las cosas cambien a
nuestro alrededor, los primeros que debemos estar dispuestos a cambiar somos
nosotros mismos y es en este tiempo de Adviento la época más apropiada, como
para que cada uno de los salvadoreños podamos hacer un examen de conciencia y
comprometernos a realizar un cambio; no para exigir el bien a los demás, sino
para usar el bien de nosotros mismos, en beneficio de los demás.
Muchos podrán dudar de lo expresado
por Santa Teresa. Sin embargo, usando
nuestra virtud de poder soñar, habría que imaginarnos lo que pasaría si desde
el presidente de la República y sus ministros, los diputados, los magistrados
de la Corte Suprema de Justicia y todos los dirigentes de los distintos
partidos políticos (que al igual que Santa Teresa de Calcuta en la Iglesia
Católica, constituyen los máximos ejemplos a seguir de nuestro país), en lugar
de estar esperando un cambio de sus contendientes o estar tratando de
recomendar el cambio más conveniente para los demás; mejor se decidieran a
cambiar ellos mismos, dejando que el Señor Jesús nazca espiritualmente en sus
corazones y en vez de seguir en esta campaña política de confrontación,
desprestigio y anulación de los miembros de los partidos contrarios, mejor se
comprometieran a hacer una campaña propositiva y de ofertas concretas y
sinceras; sobre las cuales los salvadoreños pudiéramos razonadamente elegir
cual de los actuales candidatos es el más apropiado, para que sea nuestro
próximo presidente.
Con seguridad que con el sólo hecho
de poder soñarlo, se acelera el deseo personal de cambio, en todos los
salvadoreños.
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