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Canonización de Monseñor Romero

viernes, 13 de diciembre de 2013

Tiempo de Adviento


Adviento es una palabra de raíz latina, que significa “venida”.  En la Liturgia Católica, se ocupa para definir las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como tiempo para la preparación al nacimiento del Señor.

En este tiempo, a lo que se nos invita es a recordar el pasado, vivir el presente y preparar el futuro.  Es tiempo de recordar las maravillas que Dios hace a favor nuestro.  Es memoria de la “primera venida” del Señor y nos sirve de preparación para la “segunda venida”, ya en su Majestad y Gloria.  

El Adviento nos debe interpelar a siempre vivir vigilantes, caminando por los caminos de la justicia, solidaridad y amor entre hermanos.  Es tiempo para el examen de conciencia continuado, arrepentido y agradecido.

Probablemente nos pongamos a pensar que no hay nada “urgente” en lo mencionado anteriormente y por lo tanto tendamos a dejarlo para el año que viene, pues el Señor ya vino hace más de dos mil años y para su segunda venida, probablemente faltan, no menos de otros tantos; por lo qué… mientras viene la segunda venida: “aprovechemos, compremos y disfrutemos”.

Pero, resulta que hay otra venida “intermedia”.  De esta sí debemos preocuparnos, si es que queremos que las cosas cambien a nuestro alrededor y en nuestro tiempo de vida; tal y como todos los salvadoreños de bien quisiéramos.  Esta venida “intermedia” es como un camino que conduce de la primera a la última y ocurre cuando recibimos a Dios espiritualmente en nuestro corazón y por lo tanto tendemos a hacer Su voluntad y no la nuestra.  

Es de esta venida “intermedia” de la cual la mayoría de salvadoreños nos hemos olvidado y esta es la razón principal del porqué el cambio tan anhelado no llega.  No se debe a que hemos tenido malos dirigentes, sino a que la mayoría de ellos han querido sacar a Dios de su diario vivir y preocuparse de El, “después”; por lo menos hasta que se deje de ser funcionario.

En alguna ocasión, a Santa Teresa de Calcuta le preguntaron: “¿Qué es lo que usted cree que debe cambiar en la Iglesia Católica?” y ella contestó: “yo”.  Santa Teresa comprendía, muy bien, que para que las cosas cambien a nuestro alrededor, los primeros que debemos estar dispuestos a cambiar somos nosotros mismos y es en este tiempo de Adviento la época más apropiada, como para que cada uno de los salvadoreños podamos hacer un examen de conciencia y comprometernos a realizar un cambio; no para exigir el bien a los demás, sino para usar el bien de nosotros mismos, en beneficio de los demás.

Muchos podrán dudar de lo expresado por Santa Teresa.  Sin embargo, usando nuestra virtud de poder soñar, habría que imaginarnos lo que pasaría si desde el presidente de la República y sus ministros, los diputados, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y todos los dirigentes de los distintos partidos políticos (que al igual que Santa Teresa de Calcuta en la Iglesia Católica, constituyen los máximos ejemplos a seguir de nuestro país), en lugar de estar esperando un cambio de sus contendientes o estar tratando de recomendar el cambio más conveniente para los demás; mejor se decidieran a cambiar ellos mismos, dejando que el Señor Jesús nazca espiritualmente en sus corazones y en vez de seguir en esta campaña política de confrontación, desprestigio y anulación de los miembros de los partidos contrarios, mejor se comprometieran a hacer una campaña propositiva y de ofertas concretas y sinceras; sobre las cuales los salvadoreños pudiéramos razonadamente elegir cual de los actuales candidatos es el más apropiado, para que sea nuestro próximo presidente.

Con seguridad que con el sólo hecho de poder soñarlo, se acelera el deseo personal de cambio, en todos los salvadoreños.

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