En muy pocos días y por cuarta vez en menos de
cinco años, volveremos a las urnas.
Además, estamos por terminar una campaña electoral de más de un año de
duración; a pesar que, según la ley, estas no pueden durar más de cuatro
meses.
Se agrega que, nuestro presidente actual o sea, el
presidente de “todos” los salvadoreños y su apreciable esposa, no han escatimado
esfuerzo alguno y usado la influencia de sus cargos y los recursos de nuestro
gobierno, para desprestigiar y deslegitimar al partido y candidato opositor más
importante. En adición, desde los Acuerdos de Paz, nunca se había
tenido un Tribunal Supremo Electoral tan parcializado y favoreciendo un partido
político; como también, nunca se había experimentado el que uno de sus
magistrados proclamara su evidente oposición a uno de los partidos políticos en
contienda.
Todavía hay que sumar que, a pesar que es prohibido
el uso de fondos de otros gobiernos para financiar las campañas políticas, es indudable
el involucramiento de fondos del gobierno venezolano, a través de ALBA, para
influir en el votante y financiar la campaña política del FMLN.
El resultado ya lo conocemos y es que: el FMLN
proclama un triunfo electoral, con una ventaja porcentual de diez puntos sobre
ARENA, cuando esto es solo una verdad a medias; pues la realidad es que, en
términos absolutos, el número de salvadoreños que no votaron por el FMLN es
mayor que los que votaron por este o sea que, con todas las ilegalidades y
favores mencionados anteriormente; más de la mitad de los salvadoreños no
desean otro gobierno del FMLN.
Con esta realidad, nos encaminamos a una segunda
vuelta electoral donde solo habrán dos opciones: Norman o Salvador y las recomposiciones
están a la vista:
En primer lugar: Salvador se presenta ahora vestido
de “saco y corbata”. Los puntos
que recalca son: a) el respeto a la institucionalidad democrática, confirmando
que no va a tratar de cambiar la Constitución de la República; b) el respeto a
la libre expresión y a la búsqueda de consensos con los empresarios, sean estos
grandes o pequeños; c) el respeto a la institucionalidad de las organizaciones
que los representan, tipo ANEP, ASI y FUSADES y d) el mantener buenas relaciones
con los Estados Unidos y sus aliados.
Acciones que, el partido a que pertenece, siempre ha estado en contra. Es decir, pareciera que ahora el
candidato del FMLN se ha vuelto de “derecha”, cuando en realidad, lo que
siempre hace el FMLN es todo lo contrario.
En segundo lugar: para Norman es indudable que la
primera vuelta le ha dado una buena lección, pues inclusive, ARENA no recibió
más de 200,000 de sus votos “duros”; lo que refleja un descontento a lo que el
partido y sus gobiernos anteriores han dejado de hacer en el pasado.
Hoy, Norman ha corregido y ofrece, entre otras
cosas: a) democratizar ARENA, para que sea un fiscalizador de los funcionarios
de turno; b) promover nuevos liderazgos, que no obedezcan a intereses
económicos particulares; c) incrementar los programas sociales, velando por los
intereses de los más necesitados; d) crear oportunidades de empleo, sobretodo
para los jóvenes involucrados en las Maras y e) promover un desarrollo social, basado
en la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros.
La rectificación de los dos candidatos es muy
buena, pero debido a la experiencia de ambos partidos políticos en el gobierno,
el próximo 9 de Marzo, ningún salvadoreño podrá estar seguro a quién creerle. Sin embargo, si Norman no cumple,
podremos cambiarlo dentro de cinco años.
Si Salvador no cumple, es claro que no podremos cambiarlo nunca, tal y
como ha sucedido en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
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