Es de reconocer que, después de los Acuerdos de
Paz, es la Fuerza Armada la que ha dado el mejor ejemplo de cómo una
institución reconoce la importancia de la ética y patriotismo y decide jugar el
estricto papel que la Constitución de la República le permite. Sin embargo, lastimosamente este es ya uno
de los pocos logros positivos que nos van quedando, pues por lo demás pareciera
que, últimamente, nuestro querido país sólo sobresale por los índices negativos
de muchas categorías como: violencia, educación, desempleo, salud, etc.
Si tratamos de encontrar la raíz de estos índices
negativos, lo que queda en evidencia es que éstos se deben a la pérdida de
valores imperante en muchos líderes importantes del país y como resultado, algunos
empresarios se han vuelto políticos y ciertos políticos, empresarios; pero
desgraciadamente buscando el beneficio personal y no el “bien común”. Esto, eventualmente ha traído
como consecuencia que los grandes problemas estructurales del país nunca se han
querido resolver, sino que solamente se han soslayado con soluciones mediáticas
que permitan que la economía siga creciendo, aunque sea por debajo del
crecimiento poblacional y se pueda así mantener a los votantes, de esta
generación, suficientemente “contentos”, como para no perder la próxima elección.
Ante esta realidad, los actuales candidatos a
presidente deben “poner sus barbas en remojo”, si es que no quieren perder las
próximas elecciones, pues lo que ahora llama la atención es que algunos influyentes
miembros del actual partido en el gobierno, habiendo encontrado un “tío rico extranjero”
que financie su empresa, también han querido repetir el error histórico, volviéndose
empresarios y se encuentran ahora concentrados en ocupar sus “regalías”, para
buscar el suficiente clientelismo político que les permita mantenerse en el
gobierno.
Dicho lo anterior, el problema no debe confundirse
y pensar que no es conveniente que empresarios decidan volverse políticos o al
revés, que políticos se vuelvan empresarios. Las democracias más sólidas, son aquellas en las que existen
el mayor número de empresarios, por lo que ésto no es el problema real.
Lo que sí es el problema real, pues socava la
existencia misma de la democracia, es que se confundan los valores
imprescindibles que deben tener los dirigentes políticos y empresariales y se ocupe
ya sea el poder económico para buscar clientelismo político o que se ocupe el
poder político, para el beneficio económico de una o pocas empresas; sobretodo
haciendo caso omiso de la institucionalidad democrática.
Pudiéramos preguntarnos que porqué es importante
esto de los “valores” y sobretodo que: ¿porqué el próximo presidente de la
República debe sobresalir con ellos?, pues desgraciadamente existe ya una
confusión importante en toda nuestra sociedad, que nos ha quitado la verdadera
óptica de lo que es bueno y lo que es malo; pero la respuesta ya nos la ha dado
nuestra misma historia y es que: “en la medida que los políticos no buscan,
verdaderamente, solventar los problemas estructurales de los más necesitados, que
es su razón “ética y patriótica” de existir, y sólo buscan la forma más
inmediata para lograr “votos”; en esa misma medida los problemas estructurales de
los países nunca se solucionan y eventualmente las democracias fracasan”.
Es por lo anterior que, al momento de emitir el voto
en el 2014, los salvadoreños debemos estar claros cuales son los pilares que
sostienen una democracia y darle el voto a aquel candidato que busque servir al
país “para Dios y por la patria”; para que el próximo presidente tenga la
suficiente “ética y patriotismo” para comprender que, si es presidente, no debe
buscar su beneficio personal a corto plazo; sino el beneficio del país, a largo
plazo.
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