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Canonización de Monseñor Romero

viernes, 20 de septiembre de 2013

Dios, Unión y Libertad


Quizás el porcentaje de la población que fue a la celebración de la independencia en San Salvador, el pasado domingo 15 de Septiembre, no fue mucha.
Quizás eran más los que andaban tratando de “evitar” el desfile y más bien cruzar “al otro lado” de la ciudad, que los que estaban presenciando las celebraciones con un sentimiento de patriotismo y amor a la patria que los vio nacer.
Quizás algunos, como era domingo y no hubo vacación especial, ni se dieron cuenta de lo simbólico del día y lo importante que es celebrar esa fecha histórica.
Quizás, desgraciadamente algunos no puedan apreciar cuáles son los beneficios de la independencia, pues no gozan de un empleo y estarán pasando por grandes necesidades económicas, que los hace preguntarse y ¿Cuál es el beneficio de la independencia, si mi familia no tiene lo necesario?  
Sin embargo, el ambiente del pasado domingo era como que todo San Salvador se hubiera convertido en un “gran parque”, para que todos los salvadoreños pudieran disfrutar de él; que es algo que ya poco podemos hacer, debido a los niveles de violencia y confrontación política en que hemos caído.                                  
Para los que pudimos asistir, el desfile y sus alrededores nos hizo recordar el lema escrito en nuestra bandera: DIOS-UNION-LIBERTAD.
Indudablemente que ahí estaba presente DIOS, “Padre Nuestro” o sea de “todos” los salvadoreños y aunque no lo veíamos, se podía sentir su presencia y complacencia porque sus hijos, independientemente de sus diferencias, estuvieran reunidos, alegres y sin violencia; lo que hacía experimentar esa paz tan especial que reinó en esa mañana, por donde iban pasando esos hombres y mujeres con uniformes de batalla y lo cual hacía recordar que todos somos hermanos; hijos de Dios… “templos del Espíritu Santo”, como nos recuerda la Palabra de Dios y que por tanto debemos amarnos y ayudarnos los unos a los otros; en contraposición a tanta violencia y polarización en que hemos caído.
También se podía sentir UNION.  Todos los asistentes nos pudimos identificar con esos valores patrios reflejados en las caras pintadas de los soldados que marchaban con la vista en alto y en forma disciplinada, pero con respeto a los demás; lo que nos recordaba lo dispuesto que debemos estar a sacrificar nuestros propios intereses, para anteponer los de nuestros hermanos compatriotas. 
En contraposición a lo que estamos experimentando, sobre todo en esta campaña electoral en que ya estamos inmersos y donde, cada vez más, se olvida de los derechos de los demás y prevalece el sentimiento de que “todo vale”, con tal que nuestro partido político gane la presidencia; olvidando que lo primero que un partido político debe promover es la unidad de todos los sectores, pues el país es de todos y no solo de unos pocos.
Se podía sentir LIBERTAD.  Los que quisimos ir, pudimos ir.  Los que quisieron quedarse en sus casas, lo pudieron hacer.  Las autoridades públicas pudieron asistir sin ser amenazadas en su integridad.  Todos, incluyendo las mujeres y hombres que participaron en el desfile respetaron los derechos de los demás.  Se podía ver como el desfile paraba su marcha, si alguna persona o sobretodo un niño quería tomarse una foto con ellos, como recuerdo de un simple momento; pero a la vez extraordinaria celebración. 
En contraposición a lo que estamos experimentando, donde cada vez es más difícil permanecer en nuestras propias casas o empleos sin ser amenazados o extorsionados y donde, inclusive, la gran mayoría de salvadoreños no tiene la libertad de poder quedarse en su país; pues se ven obligados a emigrar en busca de nuevas oportunidades, ya que el país que los vio nacer no se las puede ofrecer.
Al igual que los soldados, hombres y mujeres, que desfilaron el pasado domingo, la mayoría de nuestros dirigentes políticos deben aprender a inspirar en las futuras generaciones, los mismos valores de disciplina y amor patrio.  Por sobre todo, dejar claro, con su comportamiento, que el lema en nuestra bandera no es solo un adorno; sino un anhelo de todos los salvadoreños.

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