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Canonización de Monseñor Romero

sábado, 24 de agosto de 2013

El lado social de lo jurídico


Por siempre, cualquier sociedad o “grupo de personas” y sobretodo los países desarrollados, han podido triunfar debido a una única razón.  Esta es, que han podido respetar ciertas normas o “leyes”, las cuales sirven para garantizar el “orden” y que todos los miembros sepan cuales son las “reglas del juego” y pueda existir una “convivencia pacífica”; la cual permita buscar el “bien común”.
El solo hecho de establecer unas “reglas del juego”, obliga a la existencia de una persona o entidad que vele porque todo se cumpla según lo acordado o para que se entienda mejor, un “árbitro”.  En nuestro país, este “árbitro” es la Corte Suprema de Justicia, quien a su vez cumple su función distribuyendo su responsabilidad en varias “Salas” o grupos de personas encargadas de áreas específicas; siendo la Sala de lo Constitucional el “árbitro principal”, pues es la que se encarga de determinar si algo no está de acuerdo a la Constitución de la República.  Para entenderlo mejor, esto es lo mismo que ocurre en cualquier deporte y donde no existe solo “un” árbitro, sino “varios” árbitros; con distintas atribuciones. 
Ningún deporte se podría jugar sin un árbitro.  En el caso que los salvadoreños conocemos más, que es el fútbol, podríamos preguntarnos: ¿Que pasaría si el árbitro se pone de acuerdo con uno de los equipos, para pitar en contra del otro y perjudicarlo?  Lo más seguro es que, con el pasar del tiempo, el público se daría cuenta y comenzaría a exigir que se pare el juego o se le sustituya; propiciando una confrontación entre los simpatizantes de ambos equipos. 
Como otra variante: ¿Qué pasaría si uno de los árbitros de línea comienza a cuestionar las decisiones del árbitro principal y tomando su propio criterio, decide mejor pitar, él mismo, las faltas del juego?  De nuevo, la respuesta es obvia y para todos aquellos que, aunque sea un poco, entendemos de fútbol, las consecuencias serían igual de dañinas que en el caso anterior y todos los involucrados terminarían completamente a disgusto; lo que haría que el juego se suspenda, armándose un caos.
Algo similar es lo que está ocurriendo desde Junio de 2011 en nuestro querido país, desde que el “árbitro principal” o sea la Sala de lo Constitucional decidió jugar su verdadero papel democrático y lo cual últimamente ha desencadenado, como consecuencia, el aparente desacuerdo entre la Sala de lo Constitucional y la Sala de lo Contencioso Administrativo o sea; un desacuerdo entre uno y otro “árbitro”.
De sobra se ha  comentado sobre los aspectos jurídicos de esta confrontación y lo cual, inclusive, ha obligado al Arzobispo de San Salvador a tomar posición en el asunto, pues dada la gravedad de las consecuencias, su responsabilidad es orientar a la ciudadanía hacia la verdad. 
Mientras esta discusión continua, la realidad social es que los que están sufriendo las consecuencias es el “público” o sea todos los salvadoreños; pues el país se encuentra “a la deriva” y por tanto la generación de nuevos empleos, que es la variable social más importante, se ha estancado. 
De ahí que, lo que se debiera procurar es que “todos los árbitros” o sea todos los magistrados de la CSJ, debieran reunirse a evaluar las consecuencias sociales que sus desacuerdos están teniendo y comprendiendo que: “Donde reina el amor, sobran la leyes”, como dijo Platón; concluyan que lo que nuestro país necesita es “más y mejores empleos” y estos solo pueden generarse si existe una “seguridad jurídica”; que en este caso es el apego a respetar las decisiones del “árbitro principal” o sea la Sala de lo Constitucional.  Nos parezca o no nos parezca... como en el fútbol.

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