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Canonización de Monseñor Romero

domingo, 9 de septiembre de 2012

ANEP NO ES UN PARTIDO POLITICO


La semana pasada me contó un amigo empresario que, trabajando en su finca, había tenido que regresar de su trayecto de supervisión peatonal por la carretera pública, todavía de tierra y por tanto donde los automóviles tienen que pasar despacio.  Al pasar, de un camión transportando trabajadores de otras fincas, un joven le había gritado en tono insultante: “Salú, viejo… (tonto)”; para poner la última en palabras permitidas en una columna periodística.

Su finca queda a más de mil trescientos metros de altura y debido a la inseguridad de la zona, pues rara vez llega la policia por allí y muy a su disgusto, para supervisar los trabajos tiene que ir acompañado de hombres armados, pues ya en el pasado ha sido asaltado y puesto boca abajo con un arma apuntado a su cabeza, dentro de su misma finca.  El dice que gracias a Dios no hubo ningún percance personal, pero que el susto no lo quisiera volver a pasar y por eso antes de abandonar la generación de empleos que representa su finca, esta haciendo el esfuerzo de seguir invirtiendo; aunque tenga que arriesgar su seguridad personal y la de su familia. 

 Mi amigo le da empleo permanente a más de treinta empleados y en época de corte de café a más de ciento cuarenta o sea que de lo que decida este empresario depende el sustento de más de 700 personas, incluyendo sus dependientes familiares y empleos relacionados.

Es con estos empresarios con los cuales los funcionarios de gobierno debieran de estar coordinando esfuerzos.  Si lo que se promueve es lo contrario, lo que se genera tarde o temprano, es “delincuencia”; pues si a esta violencia verbal, aparentemente inofensiva, no se le da una solución efectiva, en cuanto a que la población vaya continuamente sintiendo una mejora en sus condiciones de vida, lo que se genera es más y más confrontación, que a su vez estanca la generación de empleo; volviéndose un círculo vicioso de deterioro social, que desemboca en la delincuencia.

Mi amigo es también miembro de una de las asociaciones miembro de ANEP.  Conviene aclarar que ANEP fue fundada en 1966 o sea mucho antes que la mayoría de partidos políticos.  Su objetivo principal es: “desarrollar y fortalecer el sistema de libre empresa en El Salvador”.  Sus miembros no son personas, ni empresas en lo individual, sino asociaciones de empresas de las distintas áreas de todas las actividades económicas como: la industria, el comercio, la agricultura, la construcción, etc.  Sus dirigentes son los distintos presidentes de sus más de cuarenta y nueve asociaciones miembro, por lo que su representatividad esta constantemente garantizada, pues estos a su vez son elegidos cada año, por las distintas empresas miembro de dichas asociaciones o sea que la elección de la dirigencia de ANEP, por su misma estructura, es nombrada desde su base y no por unos pocos y además renovada anualmente.

Se comprende entonces que ANEP no es un partido político.  ANEP es más bien una “realidad social”.  El total de empleos directos que generan las empresas miembro de las asociaciones pertenecientes a ANEP son de más quinientos cincuenta mil; lo que significa que ANEP representa a los empresarios que generan el sustento de más de dos millones y medio de salvadoreños y producen más del setenta por ciento de los bienes económicos y sociales del país.

Por sus estatutos, cuando los principios de libre empresa se ven reducidos, ANEP no puede permanecer callada.  A muchos gobiernos, incluyendo varios de “derecha” y durante sus más de cuarenta y cinco años de existencia, sus posiciones y acciones les han “incomodado” y es por esto que algunos han recurrido a tratar de contrarrestarlas procurando: a) desvirtuar su representatividad o b) tratando de desprestigiar a sus dirigentes o a veces, c) llamando a empresarios amigos en lo personal; para aparentar una representatividad empresarial donde políticamente se necesite. 

La historia demuestra que ante estas acciones, la “realidad social” de ANEP siempre se ha impuesto y lo único a que esto ha llevado es a que se estanque la generación de empleos y a que los casos de violencia, como el experimentado por mi amigo, se fomenten y se termine incubando la delincuencia, pues: “nadie se hace delincuente de repente”.

Ante la experiencia del pasado, lejos de confrontar, lo que conviene a nuestro país es buscar como unir el lenguaje del gobierno y ANEP.  Solo así se puede ayudar y trabajar, realmente, por un futuro mejor para todos los salvadoreños.

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