La semana pasada me contó un amigo empresario que,
trabajando en su finca, había tenido que regresar de su trayecto de supervisión
peatonal por la carretera pública, todavía de tierra y por tanto donde los
automóviles tienen que pasar despacio.
Al pasar, de un camión transportando trabajadores de otras fincas, un joven
le había gritado en tono insultante: “Salú, viejo… (tonto)”; para poner la
última en palabras permitidas en una columna periodística.
Su finca queda a más de mil trescientos metros de
altura y debido a la inseguridad de la zona, pues rara vez llega la policia por allí y muy a su disgusto, para supervisar
los trabajos tiene que ir acompañado de hombres armados, pues ya en el pasado
ha sido asaltado y puesto boca abajo con un arma apuntado a su cabeza, dentro
de su misma finca. El dice que
gracias a Dios no hubo ningún percance personal, pero que el susto no lo
quisiera volver a pasar y por eso antes de abandonar la generación de empleos
que representa su finca, esta haciendo el esfuerzo de seguir invirtiendo;
aunque tenga que arriesgar su seguridad personal y la de su familia.
Mi
amigo le da empleo permanente a más de treinta empleados y en época de corte de
café a más de ciento cuarenta o sea que de lo que decida este empresario
depende el sustento de más de 700 personas, incluyendo sus dependientes
familiares y empleos relacionados.
Es con estos empresarios con los cuales los
funcionarios de gobierno debieran de estar coordinando esfuerzos. Si lo que se promueve es lo contrario,
lo que se genera tarde o temprano, es “delincuencia”; pues si a esta violencia
verbal, aparentemente inofensiva, no se le da una solución efectiva, en cuanto
a que la población vaya continuamente sintiendo una mejora en sus condiciones
de vida, lo que se genera es más y más confrontación, que a su vez estanca la
generación de empleo; volviéndose un círculo vicioso de deterioro social, que
desemboca en la delincuencia.
Mi amigo es también miembro de una de las
asociaciones miembro de ANEP.
Conviene aclarar que ANEP fue fundada en 1966 o sea mucho antes que la
mayoría de partidos políticos. Su
objetivo principal es: “desarrollar y fortalecer el sistema de libre empresa en
El Salvador”. Sus miembros no son
personas, ni empresas en lo individual, sino asociaciones de empresas de las
distintas áreas de todas las actividades económicas como: la industria, el
comercio, la agricultura, la construcción, etc. Sus dirigentes son los distintos presidentes de sus más de
cuarenta y nueve asociaciones miembro, por lo que su representatividad esta
constantemente garantizada, pues estos a su vez son elegidos cada año, por las
distintas empresas miembro de dichas asociaciones o sea que la elección de la
dirigencia de ANEP, por su misma estructura, es nombrada desde su base y no por
unos pocos y además renovada anualmente.
Se comprende entonces que ANEP no es un partido
político. ANEP es más bien una “realidad
social”. El total de empleos directos
que generan las empresas miembro de las asociaciones pertenecientes a ANEP son
de más quinientos cincuenta mil; lo que significa que ANEP representa a los
empresarios que generan el sustento de más de dos millones y medio de
salvadoreños y producen más del setenta por ciento de los bienes económicos y
sociales del país.
Por sus estatutos, cuando los principios de libre
empresa se ven reducidos, ANEP no puede permanecer callada. A muchos gobiernos, incluyendo varios de
“derecha” y durante sus más de cuarenta y cinco años de existencia, sus
posiciones y acciones les han “incomodado” y es por esto que algunos han
recurrido a tratar de contrarrestarlas procurando: a) desvirtuar su
representatividad o b) tratando de desprestigiar a sus dirigentes o a veces, c)
llamando a empresarios amigos en lo personal; para aparentar una
representatividad empresarial donde políticamente se necesite.
La historia demuestra que ante estas acciones, la “realidad
social” de ANEP siempre se ha impuesto y lo único a que esto ha llevado es a
que se estanque la generación de empleos y a que los casos de violencia, como el
experimentado por mi amigo, se fomenten y se termine incubando la delincuencia,
pues: “nadie se hace delincuente de repente”.
Ante la experiencia del pasado, lejos de
confrontar, lo que conviene a nuestro país es buscar como unir el lenguaje del
gobierno y ANEP. Solo así se puede
ayudar y trabajar, realmente, por un futuro mejor para todos los salvadoreños.
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