Lunes 20 de junio de 2005
Jeremías 26, 2-6
Malaquías 3, 12
Me levanté por la mañana temprano,
deseoso de escuchar la Palabra del Señor.
De pronto me di cuenta porqué es que me sentía así y es porque tenía varios
días de no “escuchar” su Palabra y tener el tiempo de estar con El, recogido en
adoración, pues con tanto viaje no he podido. Me dijo: 2 Yavé me dijo: “Párate en el patio de la Casa de Yavé
para decir mis advertencias a todas las ciudades del país de Judá que vienen
aquí a postrarse ante mí. Tú les
dirás cuanto yo te mande, sin suprimir nada. 3 Puede ser que al
escucharte se conviertan del mal que están haciendo. En tal caso, yo también renunciaré al castigo que pensaba
darles por sus malas obras. 4 Les dirás: Escuchen estas palabras de Yavé: Ustedes no me hacen caso, ni andan según mi Ley, tal como se
las enseñé. 5 Hasta ahora no han escuchado las palabras de los
profetas que yo les mandé con insistencia. Si ustedes persisten en no escucharlas, 6 trataré
a este templo como traté al Santuario de Silo y pondré a Jerusalén como
ejemplo; todas las naciones de la tierra reconocerán que yo la maldije. 3,
12 Pero precisamente por sus maldades Sión va a quedar como un
potrero arado, Jerusalén será reducido a escombros y el Cerro del Templo será
cubierto por el bosque. Comprendí
la reiteración de su llamado a promover su Palabra, pero en mi interior le
dije, “pero Señor, me siento cansado y sin fuerzas, pero aquí estoy. Hágase en mí según tu Palabra”. En la oficina no pasó nada y mas bien
los comentarios que me vinieron de los abogados fueron como que habíamos
retrocedido.
Martes 21 de junio de 2005
2 Corintios 7, 10-16; 9, 10
Salmo 112, 9
Me levanté triste y cansado,
agotado. Me acordé de Elías cuando
el Señor le dice: “Come y toma” e
inmediatamente se me vino a la mente la “Eucaristía”, que eso es lo que me da
la fuerza, pues de otra manera ya me hubiera desesperado. Le pedí al Señor que me hablara, para
escuchar su voz y reconfortarme. Me dijo: 10 La tristeza que viene de Dios lleva al arrepentimiento y
realiza una obra de salvación que no se perderá. Por el contrario, la tristeza que inspira el mundo provoca
muerte. 11 Aquella tristeza era según Dios, y miren lo que ha
producido en ustedes: ¡Qué
preocupación tan grande por mí y cuántas disculpas! ¡qué indignación, temor,
exigencias, y qué deseo de desagraviarme y hacerme justicia! En todo han demostrado que eran
inocentes en este asunto. 15 El ahora, al recordar la obediencia de
todos y el respeto lleno de humildad con que lo recibieron, siente mucho más
cariño por ustedes. 16 Me alegro, pues, de poder confiar totalmente
en ustedes. 10 Si Dios proporciona la semilla al que siembra y el
pan que van a comer, les dará también a ustedes la semilla y la multiplicará y
hará crecer los brotes de sus virtudes. 9 Repartió, dio a los que
tenían hambre; sus méritos permanecen para siempre.
Fuimos a traer a Sofía, que venía
hoy de Navojoa. Al verla le di
gracias a Dios por todas sus bendiciones; se me olvidaron todos los
problemas. Toda la tarde y en la
reunión que le hicimos pasé dándole gracias al Señor por la familia que me ha
dado y por mantenernos unidos – ¡Bendito sea Dios! Me sentí triste por no haber podido ir a misa… ¡Te amo,
Señor! Me hace falta estar
contigo.
Hoy en el almuerzo, Sylvia Regina
comentó algo sobre la única nuera que íbamos a tener y que tenía que ser
inteligente para tratarla bien.
Miércoles 22 de junio de 2005
Juan 9, 37-38
Salmo 95, 6-7
Me levanté pidiéndole al Señor su
misericordia, pues me siento desmayar de la carga que siento. Me dijo: 37
Jesús le dijo: «Tú lo has visto, y
es el que está hablando contigo.» 38 El entonces dijo: «Creo,
Señor.» Y se arrodilló ante él. 6 ¡Entremos, agachémonos, postrémonos; de
rodillas ante el Señor que nos creó! 7 Pues él es nuestro Dios y
nosotros el pueblo que él pastorea, el rebaño bajo su mano. Ojalá pudieran hoy
oír su voz. Probablemente,
al mismo tiempo que estaba escuchando esta Palabra del Señor, mi mamá se volvía
a caer en su casa y se golpeó la cabeza.
No lo supe sino hasta el día siguiente que la fui a ver – ¿Hasta cuándo
Señor; hasta cuándo?
Hoy terminamos de firmar la venta de
las máquinas, pero no me sentí contento, no sé porqué. Sin embargo, al final del día me fui al
Santísimo a darle gracias a Dios por todas sus bendiciones. Realmente así me sentía, que llevaba
una gran cruz, pero con Fe que el Señor nos va a sacar adelante y dándole
gracias por todo su amor y por todo lo que me ha hecho pasar para encontrarlo.
Jueves 23 de junio de 2005
Salmo 89
Lucas 19, 28-34
Me levanté temprano para ir al juzgado
por la demanda de cheques sin fondos que me ha puesto uno de mis mejores amigos. El Señor, me dijo: 2 El amor del Señor por
siempre cantaré, tu fidelidad proclamaré de siglo en siglo; 3 yo
digo: tu favor es eterno, al hacer
el cielo, pusiste en él tu fidelidad. 21 Encontré a David mi
servidor y lo ungí con óleo santo, 22 lo sostendrá mi mano y mi
brazo lo fortalecerá. 23 El enemigo no podrá sorprenderlo ni podrá el
malvado oprimirlo. 24 Aplastaré delante de él a sus agresores, les
pegaré a los que lo odian. 25 Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
mi Nombre le asegurará la victoria.
Sentí que el Señor me ha estado confirmando su unción, pues ya ha
sido probada mi lealtad. Que no importa cuan grande pudiera ser la tribulación,
tengo la completa seguridad que El me va a dar la fortaleza para resistirla y
siempre va a ser para bien, pues todo viene de El. Sin embargo, fui al Juzgado y no resolvimos nada a nuestro favor. Se fijó la vista pública para el 6 de
agosto. Le preguntaba al Señor ¿Por qué no me resolviste esto
favorablemente? No encontraba la
solución, más que profundizar en mi oración y mientras que esperábamos los
escritos, yo rezaba el Rosario pidiéndole al Señor su misericordia.
Nos reunimos con Alex y la reunión
fue deprimente, no negativa, pero no tenemos nada positivo ni
esperanzador. Fui a ver a mi mamá
por la tarde y al llegar a la casa la Discovery no volvió a arrancar, aunque
hoy la había sacado del taller. Vi
a mi mamá y me di cuenta que se había caído ayer y tenía una gran herida en la cabeza
y toda la cara moreteada ¡se me rasgó el corazón! y dije: ¡Piedad, Señor, Piedad! Pero después comencé a darle gracias
porque el golpe no había pasado a más y no se había vuelto a quebrar. Salimos de la casa y de pronto el
parabrisas (crico) de la Discovery se zafó y comenzó a volar por el cielo,
agarrado siempre a la palanca que lo mueve. Eso ya nos causó risa con Sylvia Regina, pues comprendimos
que era “el enemigo” que nos estaba tratando de desesperar. Entonces comprendí
que lo que quería el Señor con mi amigo, era que yo le fuera a hablar de “la misericordia”. Al llegar a la casa me puse a orar, pidiéndole
al Señor que me hablara. Me
dijo: 28 Dicho esto, Jesús pasó adelante y
emprendió su subida a Jerusalén. 30 Vayan al pueblo de enfrente y al
entrar en él encontrarán atado un burrito que no ha sido montado por nadie
hasta ahora. Desátenlo y tráiganmelo. 31 Si alguien les pregunta por
qué lo desatan, contéstenle que el Señor lo necesita. 33 Mientras
soltaban el burrito llegaron los dueños y les preguntaron: ¿Por qué desatan ese burrito? 34
Contestaron: «El Señor lo necesita».
Comprendí que lo que quería el Señor y el porqué no me había
resuelto nada en el Juzgado, era para que fuera a hablar con mi amigo, para que
él pudiera iniciar su proceso de acercamiento a Dios, pues: “El Señor lo
necesita”.
Viernes 24 de junio de 2005
Salmo 54
Me levanté apesadumbrado, sin
esperanza. Al nomás despertar tuve
la bendición que estaban conmigo San Miguel, San Gabriel y San Rafael,
cuidándome y pendientes de mí y que cada uno de ellos representa a una persona
de la Trinidad Santa: Padre, Hijo
y Espíritu Santo; por eso son tres Arcángeles pues tenemos un Dios Trino.
Ayer en la oración de la oficina, el
Espíritu Santo me iluminó y pensé también en La Trinidad y cómo o por qué son
tres personas y es que cada uno es una cosa distinta, pero tan poderosa, que és
una “persona” distinta.
El Padre es la voluntad, el Hijo es
el que hace que esa voluntad se cumpla y el Espíritu Santo es el amor de ambos,
a todo lo creado por ellos mismos.
Todos tan poderosos y tan magnificentes, que constituyen otra persona en
sí mismos. Me levanté a orar y el
Señor me dijo: 3 Oh Dios, por tu Nombre
sálvame; por tu poder hazme justicia. 4 Oh Dios, escucha mi
plegaria, escucha las palabras de mi boca, 5 pues se alzan contra mí
los arrogantes y buscan mi muerte los violentos, hombres para los cuales Dios
no cuenta. 6 Pero a mí Dios me ayuda, entre los que me apoyan está
el Señor. 7 Que el mal recaiga sobre los que me espían; destrúyelos,
Señor, pues tu eres fiel. 8 Te ofreceré de buena gana un sacrificio
y alabaré tu Nombre, porque es bueno, 9 pues me han sacado de
cualquier angustia y he visto humillados a mis enemigos. El Espíritu Santo me hizo leer
además mi agenda del día 22 de febrero, de este mismo año. Por la noche fuimos a ver a mis papás y
cuando salíamos de regreso, la Discovery no me arrancó de nuevo, después de que
hoy había pasado en el taller y no le habían encontrado nada. Entonces comprendí que era satanás y
con voz potente le dije: “Aléjate
de mí Satanás, te lo ordeno en el Nombre Poderoso de Jesús”, inmediatamente le
di start a la camioneta y arrancó.
Le di gracias al Señor por su ayuda y por darme el discernimiento de
donde venía el problema. Lo tomé
bien normal, hasta me sorprendió como el Señor ahora se manifestaba conmigo, de
una forma natural y sin mayores formalismos. Me sentí su preferido y de confianza.
Sábado 25 y domingo 26 de junio de
2005
Romanos 6, 1-5
Me levanté temprano para preparar el
programa, pues teníamos la Primera Comunión de Diego, hijo de Eduardo mi cuñado. Durante el programa sentía que el
Espíritu Santo me guiaba para saber qué decir y conforme a su voluntad sentía
su presencia y su bendición.
Pasamos juntos toda la familia, casi todo el día y podía sentir la
presencia y bendición de Dios hacia nosotros.
Por la noche, a la hora de orar con
Sylvia Regina, el enemigo se interpuso entre nosotros. Yo no lo logré detectar
y nos acostamos enojados y ya no oramos juntos. El enemigo había triunfado y no me di cuenta sino hasta la
mañana siguiente cuando desperté.
Comprendí que el Señor me había dado discernimiento durante la noche y
entonces lo comprendí muy claro.
El domingo íbamos a ir al Flor, pero
ya no fuimos, pues nos agarró la tarde. Dios sabe porque hace las cosas, pero pasamos otro día muy
lindo, todos juntos, gozando especialmente a Sofía y Camila, que están con
nosotros. Además, el Espíritu
Santo me puso a leer el otro libro de Rebecca Brown “Vasija para honra”, que
hoy lo entendí mejor. Luego comprendí que el Espíritu Santo quería que lo
leyera y algo me va a servir o más bien me esta preparando.
Por la noche me puse a orar, después
de venir del cine todos juntos, por lo que también le di gracias al Señor. Me dijo: 1 ¿Qué conclusión sacaremos? ¿Continuaremos pecando para que
la gracia venga más abundante? ¡Por supuesto que no! 2 Si hemos
muerto al pecado ¿cómo volveremos a vivir en él? 3 Como ustedes
saben, todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos
en su muerte. 4 Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con
Cristo y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos, por la Gloria del
Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva. 5 Una figura
de su muerte nos injertó en El, pero compartiremos también su
resurrección. Soy de El…
llevo ahora su sello, Señor. ¡Hágase
en mí, según tu voluntad! ¡Gloria a Dios!