Jueves 19 de mayo de 2005
No pude orar, pues me levanté bien
preocupado y pendiente de lo que estaba pasando con relación a el huracán "Adriano". No salimos de la casa en todo el día,
esperando lo peor, pues las noticias eran que los vientos iban a alcanzar los
100 Km/h, en San Salvador. Guardamos todos los
muebles y cuadros de la terraza y pusimos tirro en los vidrios de las puertas y
ventanas y nos fuimos a dormir esperando lo peor. A las tres de la tarde me fui al Santísimo a rezar la
Coronilla de la Divina Misericordia, por todo el país; pidiéndole al Señor que
nos protegiera. Por la noche,
comenzamos a oír que el huracán, probablemente había descendido a categoría de
tormenta.
Viernes 20 de mayo de 2005
Jeremías 50, 1-2; 51, 20-23
Abrí los ojos y dije: “Buenos
días Espíritu Santo” y “Señor Jesús;
ten misericordia de nosotros” y luego me di cuenta que casi no estaba
lloviendo. No había pasado mayor
cosa – ¡Gloria a Dios! Fuimos al
Flor para llevarle el dinero a Luis y no había pasado nada, el huracán se había
desvanecido en el mar. Nos dijo
Luis que no había habido mayores vientos, pero que en la noche se podía oír un
ruido muy fuerte adentro del mar; lo mismo nos dijo Fidel y Carlos, el
vigilante de Los Escobar. Los tres
nos dijeron ¡es un milagro de Dios! que no pasara nada. Tanto Sylvia Regina como yo estábamos
seguros que Dios había detenido el huracán y que nuestras oraciones y las de
todos los salvadoreños habían surtido efecto.
Al regresar me comencé a sentir bien
triste por el personal de las empresas, pues ya no sé que hacer y viene otra
semana más y no tenemos como pagarles sus salarios. Por la noche, en mis oraciones, le pedí al Señor que me
diera una palabra de consuelo y guía.
Me dijo: 1 Palabra de Yavé, que
dijo contra Babilonia: 2 «Díganlo entre las naciones para que sepan
todos; no lo callen, digan:
Babilonia ha caído.
Babilonia ha sido tomada. Su dios Bel ha sido humillado, Marduk ha sido
derribado, avergonzadas están sus imágenes, espantados sus ídolos. 20 Yo
te usé como un martillo, como una maza para el combate. 21 Contigo
aplasté naciones, contigo destruí reinos, contigo derribé al caballo y al
jinete, al carro de guerra y al que lo monta. 22 Contigo golpeé a
hombres y mujeres, al viejo y al muchacho, al joven y a la doncella. 23
Contigo aplasté al pastor y su rebaño, al labrador y su yunta, a gobernantes y
funcionarios. Comprendo
Señor, pero ¡muéstrame tu rostro!
Mi dolor es muy grande y sólo lo puedo soportar si Tú me das la
fortaleza necesaria.
Sábado 21 y domingo 22 de mayo de
2005
Salmo 45, 11-17; 46, 2-4
Hoy no pude orar, pues me pasé toda
la mañana preparando el programa de hoy y a mí me tocaba ser el anfitrión y había
invitado a Arturo. El evangelio
era sobre el Amor de Dios – Tanto amó Dios al mundo que
envió a su Hijo único, para salvarlo y comprendí que de eso se trata todo,
del amor de Dios a nosotros… a mí, en lo personal. Me hizo recordar lo que acababa de leer de San
Francisco: “Dios es y basta. En eso consiste la felicidad”. Ariana y Luigi no pudieron venir a
almorzar y pasamos el día con Roberto Adriano. Fuimos a misa y después jugamos pin-pon. Ya no le puedo ganar, pues ha mejorado
mucho. Le di gracias a Dios por
todas sus bendiciones, pidiéndole que nos ayude para poder pagar a los
empleados.
El domingo me levanté a orar y el
Señor me dijo: 11 Ahora tú, hija,
atiéndeme y escucha: olvida a tu
pueblo y la casa de tu padre, 12 y tu hermosura al rey
conquistará. El es tu Señor. 17
En lugar de tus padres tendrás hijos, que en todas partes príncipes serán. 2
Dios es nuestro refugio y fortaleza, socorro siempre a mano en momentos de
angustia. 3 Por eso, si hay temblor no temeremos, o si al fondo del
mar caen los montes; 4 aunque sus aguas rujan y se encrespen y los
montes a su ímpetu retiemblen: El
Señor Sabaot está con nosotros, es nuestro baluarte el Dios de Jacob. Todo el día me sentí bien triste
y como que el Señor me entendió, pues con esta Palabra, lo que me está diciendo
es que El mi único y último refugio – ¡No me dejes Señor! No entiendo porqué no nos resuelve todo
ya. No lo entiendo, pues ya me
siento cansado, desesperanzado, agotado y exigente; como que merezco, que ya se
hubiera compuesto todo. Pero
comprendo que yo no soy nadie, ni nada, como para comprender los caminos del
Señor. “El sabe y El me ama”.
Todo alrededor mío es dolor y desesperanza, sólo su Palabra me sostiene.
Siento temor de enfrentar al personal mañana; pues ya no tengo nada que
ofrecerles, todo depende de Dios. Yo
no soy, no tengo nada que ofrecer.
"Dios es y basta. En esto consiste la felicidad."
ResponderEliminarSan Francisco,