Los últimos acontecimientos revelan que la triste
realidad es que nuestro país ha entrado ya en una etapa donde se confunde entre
lo que es bueno y malo, entre la virtud y el vicio; entre lo legal y lo ilegal. Los valores éticos y morales están cada
vez más equivocados y esto ocurre en la mayoría de los ámbitos sociales de
nuestra sociedad; ya sea en el familiar, donde la fidelidad es cada vez más
escasa y no hablamos solo de la fidelidad conyugal, sino de la fidelidad en general entre hijos y padres y entre
hermanos; en el estudiantil, donde el no pertenecer a una “mara” puede tener
consecuencias trágicas. Las
escuelas se han vuelto ya un campo de batalla y no un lugar de aprendizaje; en el
político, donde la mentira parece ya la norma para triunfar y esta no solo se
acepta sino se la premia y en el empresarial, donde si no se engaña, la empresa
puede hasta desaparecer. Lo más
evidente son los anuncios de publicidad, donde hasta para vender medicinas se
tiene que recurrir a la sensualidad.
Les toca a los nuevos candidatos presidenciales jugar
un papel importante en comenzar a revertir esta tendencia negativa en que
nuestro país ha caído. Sin embargo,
quiera Dios que los dirigentes de las cúpulas partidarias alcancen a reconocer
también su correspondiente compromiso y que no esperen a que la iniciativa
surja de solamente la buena voluntad de los candidatos electos, por muy capaces
que estos sean, pues como dijo Einstein: “no debe esperarse que las cosas
cambien, si se sigue haciendo lo mismo” y hasta ahora, parece que las
elecciones de ambos candidatos, de ARENA y FMLN, se han hecho con las mismas
características con que se hicieron en los períodos anteriores; despreciando
ambos el método más democrático, que es el de elecciones primarias con voto
secreto y donde el principal error continua siendo el que desde el momento en que
se elige al candidato se comienza a exigir “disciplina y lealtad” al candidato
y por lo tanto la crítica de sus propios correligionarios y simpatizantes desaparece
y como consecuencia el candidato comienza a sentirse “todopoderoso” y
“sabelotodo”, para decidir todo lo que él cree que es lo más conveniente para nuestro
país y poco a poco ya no son las estructuras partidarias las que controlan su
agenda; sino que es el candidato electo quien, con el tiempo, termina
controlando la estructura partidaria.
Conscientes de los errores del pasado y tratando de
evitar que siga pasando lo que ha pasado, lo que debiera buscarse para las
próximas elecciones presidenciales es que el candidato electo no pueda decidir
por sí solo y tenga que someter a la autorización de su correspondiente partido
los temas trascendentales como: a) la elección del candidato a vicepresidente,
b) el plan de gobierno y c) el equipo de personas que lo acompañará en su
gabinete de gobierno y el cual, como nueva modalidad de transparencia, se
debiera elegir antes que se inicie legalmente la campaña presidencial y de
forma que al electorado en general se le pueda presentar una alternativa no
solo de un par de personas, sino de todo un “equipo”; que es, en todo caso, en
quienes va realmente a recaer la responsabilidad de dirigir el futuro de
nuestro país.
Para salir de la actual crisis, El Salvador requiere
de un esfuerzo nacional sin precedentes y las conveniencias personales y
partidarias deben de caer en segundo plano.
Por sobretodo, lo que se tiene que comprender es
que esta responsabilidad no se puede
dejar solo en manos del “candidato”, sino que por muy capaz que éste sea,
su estructura partidaria debe exigirle que se acompañe de las personas más idóneas
y que se comprenda que estas no necesariamente van a ser solo las de su “absoluta
confianza y aceptación”, como tradicionalmente se ha creído; pero que con su
buena voluntad y comprensión, el candidato tendrá que aprender a convivir con
este “equipo de personas”, en aras de buscar un mejor país y para asegurarse
que el nuevo gobierno llegue “a servir” y no “a servirse”.
"Si has salvado un alma, has predestinado la tuya."
ResponderEliminarSan Agustín,